
Votante.
-¿Pero tú crees en la política?
Si la vida no te prepara para contestar a esta pregunta sentado en una tertulia de la radio, mucho menos en la butaca de la peluquería. Lorena me interroga mientras el peine y la tijera bailan rítmicamente en sus manos y los mechones muertos van amontonándose sobre mis hombros. Brilla la curiosidad en sus ojos azules.
-Quiero decir, ¿los políticos pelean por llegar al poder o por mejorar las cosas?
-Por lo primero. Y en los mejores casos descubren lo segundo una vez han llegado.
A Lorena mi respuesta no le satisface. Esperaba algo más concluyente. Pero soy un tertuliano. Guarda unos segundos de silencio mientras ataca el parietal izquierdo con mecánica determinación, después de haber descargado el derecho. Echa las mañanas poniendo mechas a señoras bien de Chamberí con las que repasa la actualidad del corazón. A mí me ha visto en la tele hablando de política, y un agudo sentido comercial le lleva a adaptar la conversación a los intereses del cliente con la misma profesionalidad con que ajusta el cabezal de la maquinilla a la frondosidad de su barba. Pero sus preocupaciones políticas son sinceras.