
¿Qué Sánchez será Sánchez?
Reconozco que contra Sánchez se vive estupendamente, así que deberían aguardarme como mínimo cuatro años más de felicidad. Pero tampoco me importaría sacrificar mi placer personal en el altar de la geometría variable y posicionarme algún día a favor de Sánchez. No solo para saber lo que se siente militando del lado del Periodismo, o sea, ascendiendo de la umbría caverna al cielo socialdemócrata por la escala luminosa del rayo del progreso, sino porque eso significaría que incluso Sánchez puede ser distinto de Sánchez si se dan las condiciones adecuadas. Y eso brindaría una esperanza decisiva a todo adulto atrapado en una identidad inmadura de la que ansía liberarse.
Veamos. Sánchez tiene 123 escaños y suma 175 con Podemos, PNV, CC, Compromís y un señor enviado a Madrid por Revilla, nuestro primer populista, el hombre de Altamira de la política espectáculo. Yo mismo, que soy uno de los antisanchistas más reconocibles del país, podría experimentar una tímida floración de sanchismo si Sánchez se comprometiera a no pactar con ERC ni Bildu el resto de la legislatura, aunque ello le obligase a trabajar alianzas más arduas y respetuosas con la Constitución y la decencia. A ello le ayudaría Iglesias, que ahora va de cura obrero del 78 poseído por el ánima de Pérez-Llorca.