
Rasputín Redondo.
Esta del dopaje electoral fue una metáfora afortunada, de gran eficacia contra el PP de Mariano Rajoy, reconocido aficionado al ciclismo. Tan eficaz que un juez amigo de la ministra Delgado -de quien se rumorea que irá en la cabecera de la manifa del 8-M con una pancarta que proclame «¡Éxito asegurado!»- certificó ese dopaje a título lucrativo en las campañas de Pozuelo y Majadahonda, que no son precisamente etapas reina, y al PP terminaron echándolo de la competición. O sea, de La Moncloa. No deja de entrañar cierta justicia poética que ahora sea la última marianista, Ana Pastor, quien recupere la acusación de dopaje contra el verdugo de Rajoy, con la diferencia de que Sánchez no dopa su campaña con dinero B sino directamente con el presupuesto general del Estado, que se confunde con el Gobierno, que se confunde con el partido, que se confunde con el candidato. Sánchez es el ciclista oficial del Estado español e Iván Redondo es su Eufemiano Fuentes.
Por la exclusiva de EL MUNDO hemos sabido que Redondo anda redondeando el manual de dopaje presidencial, que consiste en detraer recursos de todos los niveles de la Administración no solo a mayor gloria de su cliente sino en perjuicio de todos sus adversarios. Ministerios, funcionarios, periodistas de RTVE, sociólogos del CIS: todo agente es reclutado, toda munición es bienvenida y la guerra no ha hecho más que empezar. Ni siquiera Twitter se libra del cíclope monclovita, que con el ojo omnisciente patrulla y con la mano larga descuelga un teléfono. Pero así se conduce nuestro Gobierno de centro liberal-socialdemócrata con ribetes weberianos, contra el que solo un fascista osaría alzar su trifálica voz.
Reaparece el comisario Villarejo amagando con soltar lo que sabe de la explosión de Atocha. Y, como un subteniente que tuve en tiempos remotísimos, seguro que sabe y seguro que hace dar vueltas a todo el **** cuartel alrededor del meñique. No cambian las cosas, no. Esperaremos que en estas elecciones no haya muertos, aunque sean a beneficio de inventario.
¿Algo había en el Rasputín de Tony Blair, Peter Mandelson, perfecta (¿y justa?) -mente olvidado, que seguro que inspiraría a Iván Redondo? Si tienen tiempo les recomendaría que buscasen algún artículo sobre el odiado Mandy: New Labour. Inc. Lo que me hace volver al asunto, que si está olvidado bien olvidado está, es la muerte reciente, con epitafio informativo (son toda una institución los eptiafios informativos) en el Guardian, de Magenta Divine. Si no la conocen no pasa nada, tranquilos; yo la conocí por purita casualidad cuando anduve en Londres intentando pasar la resaca de los veintipico, más bien tardía, y ahí apareció en la televisión con gafas de sol perpetuas (:heroína: falsas costumbres: prueben a oir de nuevo a Alaska como si oyeran a Lucrecio, más bien que a Marcial) como un desecho de la debutante de los nuevos románticos cuyas fotos decoran el papel electrónico de hoy. Quomodo ceciderunt fortes? Anda, pues tras lustros de ruina y depresión. Lustros en los que no pasó, que uno reconsidere ahora, nada (pero nada de nada) excepto talvezquizápudieraser la aurora y el sol abrasador. de los relaciones públicas con esteroides tipo Mandelson y Redondo. ¿Aspiran a ser recordados? Andaaá….