
Nacionalistas de ayer y de siempre.
Si Foxá nunca les perdonó a los comunistas haber tenido que hacerse falangista, don Mariano nunca les perdonará a los indepes haber tenido que hacer política. Porque el 155 está a mil millas de la inercia funcionarial en que Rajoy de ordinario mece su poder: el 155 impone el desenvolvimiento puro de la facultad ejecutiva. Se comprende su vértigo bartlebyano ante la llamada de la acción y por eso sujeta fuerte el brazo del PSOE, para compartir responsabilidades y de paso vengarse de las urgencias de Rivera, a quien sin embargo ha acabado dándole la razón a regañadientes.
El restablecimiento del orden constitucional en Cataluña será arduo, porque allí vive gente tan española que sabe de buena tinta que la juez Lamela es Rajoy con peluca, de quien dependerían en el fondo todos los poderes del Estado, a exacta semejanza de la Cataluña unívoca y compacta que anhelan construir. El latino entiende mal la separación de poderes más o menos desde Julio César. Sufre menos disonancias cognitivas si vive persuadido de que hay un hombre en España que lo hace todo, de modo que Rajoy prende los bosques y entrulla a los Jordis. Esta granítica sospecha revela un alma de súbdito resabiado cuyo pánico a que lo tomen por idiota no hace sino confirmar que lo es. Su recelo preventivo opera menos por interés malicioso que por química estupidez: jamás le perdonaremos a la gran industria de la necedad que ha sido el Proceso que nos haya robado la fe en la maldad humana. Tan literaria.
El bueno (Cantó), el feo (Ábalos) y el malo (Soto del Real) en La Linterna de COPE
La mala fama de los carlistas merecería algún distingo no por el hecho de que sus partidarios optasen por otra rama borbónica para gobernarles (…) sino por los derechos territoriales atropellados por el señor Mendizábal en medida superlativa y por el tropel de agiotistas que adquirieron tierras comunes -no solo eclesiásticas- a continuación. Las violencias carlistas y guiris, que a veces asoman en las memorias de un bisnieto, son bastante heavies y solo su superación por las del 36 las dejó convertidas en lábaros de desván. Pero exploren la graciosa concesión de Cánovas a los derrotados, el crecimiento de éstos y sus descendientes, etc etc, y no hablarán con olvido injustificado de causas que si no son las de hoy si son sus parientes