
Ander Gil.
Nadie va a discutir que los de Bilbao pueden nacer en Burgos si les da la gana. Lo que no sabíamos es que los de Burgos también pueden nacer en Vizcaya. Es el caso del senador que nos ocupa hoy, Andrés en el DNI, Ander para sus padres y para sus amigos de infancia. «Todos los niños del Valle de Mena, de la Merindad de Montija y de Espinosa de los Monteros nacemos sí o sí en el Hospital de Cruces de Baracaldo». O sea, a 40 kilómetros del mismo centro de Bilbao pero a 110 de la capital burgalesa. Si Francisco Javier López puede llamarse Patxi y encabezar una tercera vía imposible entre Susana y Pedro, Andrés se llama Ander y apostó por Sánchez en el momento menos oportuno. Como miembro de la ejecutiva sanchista, estaba de cuerpo presente en el comité funerario del que Pedro Sánchez salió cadáver. Aquello le abochornó tanto -«prefiero pasar página, por salud mental»- que tomó una decisión descabellada: apoyar públicamente al caído. «Muchos creyeron que me apuntaba a caballo perdedor, pero decidí ser consecuente pasara lo que pasara. Algunos pensaron que era el final de mi carrera. En política hay que ser valientes». Ahora recoge los frutos de aquel coraje: se le acaba de encomendar la voz cantante del sanchismo en el Senado.
Gil está en el óptimo término medio: las canas delatan cierta experiencia pero la ilusión juvenil que se lee en su rostro desmiente la veteranía. «Toqué techo en política cuando llegué a concejal de Cultura del Valle de Mena», afirma. Pero no salió de la falda brumosa del monte menés para conformarse con las enmiendas desechadas que acumula concienzudamente en el Senado. «Era nuevo en la Cámara, venía de un pueblo pequeño donde estaba acostumbrado a gobernar, a tomar decisiones y ejecutarlas. Yo decía que había que hacer las fiestas de mi pueblo y se hacían. Llegas al Parlamento, consciente de que vienes a legislar, y planteas enmiendas a lo que propone el Gobierno. Y da igual que sean buenas o malas: van cayendo todas. Y un día echas la vista atrás y te preguntas cuántas iniciativas has presentado: eran miles. Y te preguntas cuántas han salido. Fue desmoralizante: no había sacado ninguna. El rodillo del PP había tumbado todas y cada una. Ese día me pensé si merecía la pena seguir», confiesa.