
La voz de la razón.
Una de las mejores ideas que puede tener un club de fútbol es darle el centro del campo a un alemán. Que esa idea se le haya ocurrido al Real Madrid, cuyo centro del campo se conoce como Macondo en los ámbitos académicos, es algo que todos los madridistas celebramos al hilo de la renovación de Toni Kroos. Desde el momento en que salió vestido de blanco, ocupó la zona y dio su primer pase correcto, Kroos se convirtió en un anuncio de coches, en un sinónimo de fiabilidad germánica. Husserl era capaz de pasarse seis horas seguidas pensando, sin hacer nada más salvo afilar una navajita que al final quedó reducida al mango; Kroos podría tirarse seis horas pasando, que es su forma de pensar, y nosotros mirándole esperando el fallo. Pero Kroos no falla, y en vez de una navaja gasta cartabón de geómetra. Incluso mete de vez en cuando uno de esos goles trigonométricos cuyas parábolas perfectas se usan luego en las pizarras escolares de Prusia.