
Casandra, la primera periodista que se tiró de los pelos.
Cuatro maneras encuentra el periodismo de corromperse según el destinatario al que tome por cliente. Prestamos mucha atención a la propaganda política o a la publicidad encubierta. Pero fuera del partido o el Ibex existen dos clientes más corruptores y menos detectados: el gremio y el pueblo.
En las charlas con estudiantes es habitual que la ingenua chavalería le pregunte a uno por la censura política o empresarial, la llamada tan cinematográfica de Soraya o Florentino. Lo preguntan porque no imaginan hasta qué punto resulta más castradora la autocensura que ejerce el miedo del plumilla a la reacción popular o gremial. Fue mi mayor descubrimiento al poco de entrar en una redacción: que en realidad el periodista escribe para otros periodistas. Ni lector ni político ni anunciante: lo primero es complacer a un severo sanedrín de guardianes de las esencias con potestad para ponerte a penar en la heterodoxia, condición siempre menos glamurosa de lo que promete.