A Muñoz no le gusta Ruano

Escribe hoy Antonio Muñoz-Molina, de la Real Academia Española, un artículo de fondo en El País en el que se pregunta y no se explica el «sostenido prestigio» de César González-Ruano como modelo de columnistas. Es uno de esos artículos tórpidos y contraproducentes que contribuyen a afianzar el nombre que tratan de combatir. Uno no dedica largos artículos a renegar de un nombre que no pesa y a Muñoz Molina le pesa una fascinación ya confesada que los ruanistas entendemos perfectamente, aunque la sobrellevamos sin tanto trauma y con desprejuiciada gratitud hacia el maestro. Porque el magisterio de Ruano, quien no fue admitido en la Academia durante el franquismo, incluso es reconocido desde el titular por Muñoz Molina, quien ha sido admitido como académico durante la democracia.

Don Antonio en el púlpito.

Don Antonio en el púlpito.

Don Antonio es hoy el escritor de referencia de la literatura española engagée –incluso, con Javier Marías, de la literatura española a secas–, y sus artículos de fondo aúpan a un Catón de Jaén sobre el púlpito seguro, paternal, del democratismo impecable. Puede que sea un novelista irregular pero se toma su trabajo en serio. Demasiado en serio en ocasiones. Fruto de ese tremendo compromiso con la salud moral del cuerpo sociológico nació su ensayo Todo lo que era sólido, por ejemplo, que contiene no pocos aciertos analíticos, quizá por la cercanía de los hechos diagnosticados, a la manera de los economistas que profetizan brillantemente el pasado. No es talento común, de todas formas. Pero cuando se abre el foco, cuando se enjuicia severamente el siglo XX desde la atalaya vip del inocuo siglo XXI, es fácil incurrir en indignaciones gratuitas, hasta que no quede sin rasgar una sola vestidura.

Los argumentos por los que jamás ningún columnista español –mucho menos los jóvenes, generación preparada y demócrata– debiera seguir citando a Ruano son tan conocidos que parece que todavía no nos hemos levantado del Café Teide o del Comercial y seguimos cuchicheando sobre los veladores cada vez que don César aparece por la puerta y se acerca a la barra a pedir recado de escribir. La oportunidad la brinda ahora la reciente publicación de El marqués y la esvástica, el reportaje revelador pero fallido con el que Plàcid García-Planas y Rosa Sala se propusieron tasar el grado de colaboracionismo nazi de Ruano en el París ocupado. Reconocen no haberlo logrado aunque aportan las actas de una de tantas sentencias sumarísimas que dictaron contra Ruano los aliados una vez liberada Francia por «inteligencia con el enemigo». Con toda la ecuanimidad de la que fui capaz reseñé esa obra en El Cultural, señalando aciertos y errores, y durante el proceso mantuve una grata correspondencia con los autores, que no me dejarán mentir. Más tarde, durante cierta mañana lisboeta del pasado mayo, tuve ocasión de charlar sobre el libro con Miguel Pardeza, experto ruanólogo, y ambos convinimos en la sorpresa que nos causaba esta repentina campaña contra un autor que, por lo demás, pervive exclusivamente por el aprecio cimarrón, irreprimible, de sus duraderos lectores, pues no ha gozado de reediciones, simposios, ni chiringuitos subvencionados como tantos otros del bando correcto de las armas y las letras. Antes al contrario: bastó El marqués y la esvástica para que la Fundación Mapfre retirara de inmediato el nombre vil a uno de los premios más prestigiosos del articulismo patrio. El mismo, por cierto, que Muñoz Molina ganó en 2003 y cuyo importe no ha devuelto todavía, en coherente corolario a su furor moral.

Nuestro académico reconoce que a un escritor no debemos medirlo por su talla moral, pero después de decirlo se apresura a hacerlo. Yo entiendo que desde Platón se haya vuelto muy difícil para la mente humana separar la ética de la estética, al hombre de la obra, pero hay que intentarlo. ¿Dejaremos de ver las películas de Woody Allen si las denuncias de acoso a su propia hija se revelaran ciertas? Al fin y al cabo Thomas Mann confesaba que se había enamorado de su hijo de 14 años al verle en bañador, pero luego no fue a su entierro. Kingsley Amis sólo se interesó de verdad por su hijo Martin cuando detectó en él a un competidor literario, como contaba Luis Alemany en una magnífica pieza de El Mundo en la que también hablaba de César Vallejo y los abortos inducidos de su mujer, Georgette. O de Pablo Neruda, quien sobre su fervor estalinista se desentendió de su única hija, enferma de hidrocefalia y perdida en la Holanda nazi. O de Octavio Paz, que se esforzó en no darse por enterado de que a su hija la violaba uno de sus tíos maternos. Los escritores –los artistas en general– integran frecuentemente una raza de hijos de puta, no lo vamos a descubrir ahora. Y viceversa: con los buenos sentimientos de Coelho no es que se haga precisamente buena literatura, según sentenció Gide. El de Úbeda cita a Céline, Drieu La Rochelle o al Nobel noruego Hamsun (¿por qué no remontarse a Quevedo, acreditado antisemita, o a Garcilaso, intolerable belicista?) e intenta puerilmente trazar una línea roja entre su filofascismo y el de Ruano con el argumento de que los tres primeros actuaban por convicción mientras que Ruano lo hacía por pícara venalidad. Que el gran articulista madrileño era un monstruo de vanidad y nada le importaba fuera de sí mismo no pienso rebatirlo; sin esa patología, por lo demás extensible a tanto escritor sin su prodigioso talento natural, quizá no hubiera cristalizado un estilo tan propio, tan «modélico», por citar a don Antonio. Como ya escribí, mucho menos peligroso es un mercenario vanidoso que un fanático de la idea, porque al primero lo podemos desactivar con dinero.

Ruano con Azorín, que algo habrá hecho también.

Ruano con Azorín, que algo habrá hecho también.

En los momentos del artículo en que Muñoz Molina no está abroncando a Ruano por mala persona, se vuelve sobre su escritura y lucha contra ese objeto de su fascinación inalcanzable, insistiendo una y otra vez en que la prosa de Ruano no amerita otro valor que una retórica vacía, fascistona, campanuda y falsa; razones todas ellas que, de ser ciertas, habrían dado ya con los delicados huesos de Ruano en el olvido. Como eso no sucede, la intelligentsia se cabrea. Pero de prosa retórica, hinchada y hueca nada de nada, don Antonio. Ha leído usted poco (o mal) a Ruano, aunque sí lo suficiente para acusar la admiración que reprime y combate como infección vergonzante. Yo desafío a cualquier lector a que tome los artículos costumbristas de Ruano de los años cincuenta o sesenta y juzgue si no pulsan la pura realidad con mucho más calado –por no hablar de la elegancia– que la plaga de analistas políticos que trajo la partitocracia, altavoces de sigla de ortopédica sintaxis. Sobre todo, emplazo al lector a que lea Mi medio siglo se confiesa a medias y busque ahí un ápice del engolamiento que infesta, qué diría yo, por ejemplo Beltenebros.

Confesaré, porque esto es España y me conozco el paño bobo, que no soy un fascista. Aunque ese es un título que siempre te adjudican los demás para apearte, por ejemplo, de una tertulia. Yo, aunque lector de Ruano (al que sin complejos asocié a mi tribuna en Zoom News) soy demócrata sin aspavientos. Lo son también Raúl del Pozo o Antonio Lucas, quienes no tuercen tampoco precisamente por el fascismo pero escribieron hace no mucho sendas columnas en defensa no del hombre, sino de la obra, como ha de ser. Hace cuatro años tuve el honor de ser el destinatario de un artículo que publicó Ignacio Ruiz Quintano en ABC en torno a la misma recurrente polémica que nos ocupa. Yo creo que bastaría con que Muñoz dijera que no le gusta Ruano –aunque le gusta más de lo que desearía–, o que nos advirtiera de que lo leyéramos pero no tratáramos de imitarlo en casa, sin tener que verse obligado a prescribirnos lo que conviene al bien de nuestra democrática alma.

Quizá no sea prudente por mi parte escribir este post, siendo uno lo que es y don Antonio tan importante. Pero de Ruano aprendí también que de vez en cuando hay que escribir lo que a uno le dé la real gana.

Anuncio publicitario

12 comentarios

Archivado bajo El Cultural, Otros, Zoom News

12 Respuestas a “A Muñoz no le gusta Ruano

  1. Estimado Jorge, sin entrar en la polémica que al parecer está surgiendo del artículo de Muñoz Molina, permíteme que haga una aclaración. Como coautora de El marqués y la esvástica, me parece importante puntualizar que sí consideramos más que probado el colaboracionismo de Ruano en el París ocupado. Documentamos la trayectoria de dos de sus víctimas judías, establecemos su actividad como informante de la Gestapo para espiar a los miembros de la casa real española en el exilio y rastreamos los artículos que escribió a sueldo de Goebbels, entre otros. Para ello aportamos bastante más testimonios y material de archivo que la mera acta del juicio al que lo sometió la Francia Libre. Lo que sí admitimos no haber podido probar (y visto lo visto en las últimas semanas, una empieza a preguntarse si admitir un fracaso en España no será más un error de tontos que un acto de honestidad intelectual) es que Ruano estuviera involucrado en una red que practicaba matanzas sistemáticas de judíos en la frontera franco-andorrana, tal como sostenía el ex-guerrillero Eduardo Pons-Prades. Con inevitable curiosidad por ver cómo evoluciona esta pequeña batalla ruánica, te envío un amistoso saludo.

    • jorgebustos1

      Querida Rosa: no hay que perder nunca esa honestidad intelectual, que es lo que le acaba a uno diferenciando de otros. Pero es que vuestro honesto reconocimiento implica el quid de la cuestión: la distancia abismal entre un criminal culpable de genocidio y un contrabandista desalmado. Ruano fue solo lo segundo; no es poco, no digo que no, pero es otra cosa. No creo por lo demás que don Antonio se rebaje a contestarme, aunque no escribí esta réplica con ánimo de polémica gratuita sino para defender una escritura, la de Ruano, que aprecio y apreciaré siempre. Te mando un abrazo,
      Jorge

  2. JAVIER

    Para mantener su individualidad Ruano defendía que sólo existían dos actitudes:
    1. El misticismo o la renuncia al mundo.
    2. El cinismo o aprovechamiento del mismo.

    En su posición ante la guerra civil, la II Guerra Mundial, el nazismo, el fascismo, el comunismo… entre los que él, ni nadie medianamente informado, veía grandes diferencias, no le veo tomando una postura activa en genocidios ni delaciones.

    Si de lo que se trata es de moral, podríamos hablar de Alberti, Teresa León, León Felipe, Neruda, la cantidad de premios, colegios etc. que hay con estos nombres.

    Me temo que la moralidad no es lo que importa. Es una cuestión de hemisferios

  3. Pingback: Fundación Burke » Blog Archive » A Muñoz no le gusta Ruano

  4. F Caro

    Yo pasaba por ahí y me encontrado con un texto y unos comentarios estupendos, e instructivo sobre todo: soy «de ciencias». Felicitaciones.

    • F Caro

      Yo pasaba por ahí y me he encontrado con un texto y unos comentarios estupendos, e instructivos sobre todo: soy “de ciencias”. Felicitaciones, era lo que quise decir.

  5. José Luis

    Es cierto: en otro perióodico he leído denuestos contra Ruano. Acaso, y sorprendentemente para mí, en ABC. En efecto, Sr. Bustos: se va poner in largar del genial columnista. ¿Le extrañará a Vd., que empñiece a largarse por esas plumas del Diablo, de Wenceslao y de Julio Camba, de quienes, nos consta a los lectorfes de usted, que son Maestros a quines usted admira?.

  6. Más que defendida está la prosa de Ruano, admirado Bustos. Pero a la inteligentsia le cuesta un dolor renal reconocr la brillantísimas firmas que tocaron la gloria literaria en ése pretendido «páramo intelectual » que, dicen, fue aquella época.. Los tiñosos deberían d usar más fungicidas.

  7. Pingback: González-Ruano o Bermúdez Cañete, un relato sobre la dignidad | Keynes Lives in Barcelona

  8. <>. Leyenda del plafón cerámico colocado en el Paseo de la Ribera de Sitges en 1976, retirado y destruido en 2014 por orden del Ayuntamiento. No estoy conforme: http://www.elimparcial.es/noticia.asp?ref=170144

    • La leyenda del honorífico censurado: Jardins González-Ruano. «Sítges es una villa pequeña y clara que limita al Este con las Indias de los Virreyes, al Oeste con las costas romanas y las islas griegas, al Sur con Andalucía y Marruecos y al Norte con la Marie de Montmartre». Huesped del mar.

  9. César González-Ruano: “Mi contribución de amor a Sitges es precisamente este librejo sin literatura, sin éxito personal, para que se luzca ella y no yo”. Huésped del mar. Noticia y sueño de Sitges (La Xarmada, 1946). En cuanto a mi contribución, os dejo aquí la segunda parte del Manifiesto blanco de Sitges: http://www.elimparcial.es/noticia.asp?ref=170177

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s