Archivo de la etiqueta: lo cursi

Los amores de Tezanos

No todo en Pepefé Tezanos se explica por el amor. Yo descubrí que Pepefé amaba a Pedro no por sus sondeos sino porque escribió su hagiografía y tuvo la desfachatez de enviármela al periódico. Es un tomo barato titulado Pedro Sánchez. Había partido: de las primarias a la Moncloa. Lo publicó la editorial Catarata (de babas) con una atractiva fotografía del amado líder en camisa de leñador que habrá alimentado las fantasías griegas del más templado. Pero yo (perdonadme) no fui capaz de abrirme paso a través de aquel espeso follaje de celulosa almibarada, quizá porque en casa siempre hemos sido menos de dulce que de salado.

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15 octubre, 2025 · 16:53

Pedro Sánchez celebra el día en que empezamos a ser vencidos

El día en que empezamos a vencer. Es un título perfecto para una novela falangista (Umbral le habría apeado la preposición: La noche que llegué al Café Gijón), pero fue elegido por la brigada de cursilería de progreso para rotular otro hito de la guerra híbrida sanchista, algo entre la provocación y la propaganda. Se trataba de ¿celebrar? el aniversario del comienzo del estado de alarma. Ya avisó Kundera de que la cursilería suele ser el reverso de la brutalidad, y brutal fue en efecto la gestión gubernamental de la pandemia en España que el pasado miércoles Pedro Sánchez decidió autoamnistiar, necesitado como está del cariño que la calle no le da y los sondeos le retiran.

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18 marzo, 2024 · 12:01

Yolanda ya no es de nadie salvo del viento

Sabíamos desde Gide que con buenas intenciones se hace mala literatura, pero Yolanda Díaz nos está enseñando que con buena literatura se hace mala política. De la novela de aeropuerto al poema de polideportivo, la musa del Magariños incurrió en una dosis letal de cursilería. Ahora entendemos por qué prometía salud bucodental para todos y todas: se trata de combatir las caries que provoca el azúcar de su discurso. «¡Basta de que solo recurramos a la cultura en tiempo electoral!», exclamaba la oradora mientras recurría a la cultura en tiempo electoral. Cuando en un pico de hiperglucemia invocó el bien de la «res pública», la calavera de Cicerón rebotó de cólera contra las paredes de su tumba.

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9 abril, 2023 · 20:02

En busca de la razón perdida

El puñado de periodistas o aspirantes a serlo que integra Twitter pasó un domingo entretenido comentando las portadas de EL MUNDO y de El País. Así debe ser: vivimos de que nos comenten. Dos portadas muy dispares en apariencia: ellos apostaban por la debilidad mental, con tribuna de Sánchez, y nosotros por la entrevista políticamente indeseable de Latorre a Álvarez de Toledo, a quien hasta sus enemigos reconocen una salubridad amazónica. Pero quizá todos hablábamos de lo mismo: el grado de autonomía de la razón en nuestra sociedad.

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16 noviembre, 2021 · 10:12

El 15-M de un viejoven

Tenía 28 años y una covachuela alquilada a una manzana de Sol. Se supone que aquella movida debía interesarme. Por entonces escribía un diario de campaña en La Gaceta. Juzguen ustedes si acerté.

Miércoles, 18 de mayo. «Una floración sesentayochista se ha apoderado de ciertas plazas de España en demanda de «democracia real» y la cosa ha adquirido rango de «movimiento ciudadano», sea eso lo que sea. […] Pero queridos compañeros de indignada generación, quizá estáis en paro por la incompetencia de alguien a quien votasteis, y desde luego coreando cursiladas antisistema no vais a encontrar trabajo. […] Estos happenings utopistas -la utopía es la partera del totalitarismo- no han tardado en ser parasitados por nostálgicos de la tricolor, oportunistas de la litrona, inhaladores de pacifismo de liar, abogados verdes de la foca monje o publicistas de sí mismos como Willy Toledo».

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17 mayo, 2021 · 8:54

Una pandemia de cursilería

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Un cursi.

La cursilería debería ser la próxima víctima del coronavirus. No lo es todavía, conectada como está a los respiradores artificiales de la política sin moral y del periodismo sin independencia. Porque la cursilería es el condimento de la propaganda, la levadura que infla el discurso desmigado de Moncloa hasta que un globo de cháchara tape una ringlera de ataúdes y un cerro de negligencias. La retórica de Sánchez estos días es hija ilegítima de un Churchill comprado en los chinos con una miss universo recién coronada. Guerra y amor, Marte (bufo) y Venus (recauchutada), el enemigo letal contra que el presidente nos enrola cada finde a toque de corneta y los ángeles sanitarios a los que, a falta de mascarillas, les entrega su más sentida gratitud.

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14 abril, 2020 · 11:57

El derecho a ser escuchado

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Escuchando a Alcántara.

Últimamente se anuncia la muerte del columnismo con especial énfasis, casi con placer. Algunos la profetizan con la satisfacción justiciera del resentido a quien nadie dio voz a tiempo; otros con boba fascinación de rumiantes digitales. Los de más allá desprenden nostalgia de leño prendido en la chimenea, las gafas de cerca sobre las rodillas, una pila de revistas cogiendo polvo en el rincón. El columnismo muere, dicen, porque mueren los periódicos y muere la lectura misma. Y yo no digo que esta vez no vaya la vencida. Yo solo digo que cuanto más se habla del fin de la novela, más novelas se publican; cuantas más actas de defunción cinematográfica se levantan, más dinero recaudan las películas; y cuantas más paladas caen sobre el féretro de la columna, más artículos nos encargan sobre la función social del columnista, y más estudiantes nos hacen llegar el despertar de su vocación, el testimonio de su fidelidad lectora o la educada solicitud de otra entrevista inmerecida.

Quizá el columnismo, que cuenta con la brevedad entre sus premisas, sea género darwiniano que sobreviva a la hecatombe internauta. Puede que el entrañable hábito del desayuno a doble página junto a la taza de café camine hacia la extinción; pero no es menos cierto que está siendo relevado por ese otro del vistazo —furtivo y frecuente como un vicio— a la pantalla de móvil, donde siempre aguarda el enlace al artículo polémico de la jornada, ese que nos hace cabecear de conformidad aferrados a la barra del autobús o ese otro que nos infla de indignación sentados sobre el retrete.

Lo cierto es que los muros de Facebook y los perfiles de Twitter están llenos de columnas. Es una constatación diaria que salva la vigencia del humanismo. Nacen proyectos renovadores del parque columnístico como el que lidera Ignacio Peyró al frente de The Objective, plataforma para el provecho reflexivo frente a la viralidad sensacionalista. Pese a todo, ninguno de los que nos encaramamos con regularidad a una columna estamos libres de desatar el escándalo e incendiar las redes el día menos pensado. A poco talento que atesore, cualquier abajofirmante puede hacerse acreedor a la reprimenda pública de una portavoz parlamentaria. Claro que son mucho peores las reprimendas privadas. Pero algo tendrá la opinión cuando la bendicen con su saña tantos ofendidos de guardia, tantas minorías insomnes, tantas identidades en perfecto estado de revista inquisitorial que salen a patrullar la opinión cada mañana y cada tarde, con la antorcha en una mano y el rostro embozado en un avatar anónimo.

De modo que menos funerales: la pasión lectora goza de una salud que ya quisiéramos a veces menos vigorosa. Mayor robustez le desearíamos a la comprensión lectora: la aptitud para leer la ironía, por ejemplo, en un mundo que alumbra una camada diaria de tontos literales. Personalmente confieso que rara vez concedí a mi oficio la importancia de la que generosamente me han revestido en alguna ocasión mis amigos; pero lo que desde luego jamás pude imaginar es la generosidad de mis enemigos. Si uno, que ni tiene el título reglamentario ni cursó el máster corporativo ni gozó de más padrinos que las amistades que fue haciendo a golpe de escritura es capaz de sostener un par de polémicas semanales —públicas o privadas— con representantes de cuatro o cinco partidos diferentes, significa que el columnismo todavía articula la conversación pública, y que uno puede condicionarla siquiera en grado infinitesimal mientras se gane (y no pierda) el derecho a ser escuchado.

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20 mayo, 2017 · 12:25

Disney al Valle de los Caídos

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No da para más.

Se cumplieron ayer 50 años de la muerte de Walt Disney sin que nadie se manifestara en el Valle de los Caídos Criogenizados en protesta por la vigencia de su paternalismo. ¿La pluma de Mises, la política de Reagan, el cardado de Thatcher? Quia: las cuentas por el consumismo desorejado y el dogma del crecimiento perpetuo -pero sin dejar de ser un niño- hay que pedírselas al lapicero de Disney. Medio siglo después no ha aparecido otro tan decisivo en el modelado de la psique primermundista. Hoy nadie discute su atroz responsabilidad en la infantilización de Occidente, pero entre nosotros la señaló el primero Ferlosio, con su lucidez escasamente diplomática: «Disney, ese gran corruptor de menores nunca bastante execrado, el mayor cáncer cerebral del siglo XX». Considerando en frío, imparcialmente, la vehemencia de don Rafael, concluimos que está justificada.

Walt de Chicago debió beber la cicuta como la bebió su más famoso antecesor en el delito de la corrupción de menores, Sócrates de Atenas. Porque si la inteligencia crítica de Sócrates amenazaba la cohesión de la comunidad, el ternurismo cremoso de Disney rebaja al electorado y lo convierte en tribunal de niños que ha de elegir entre absolver a un médico o a un pastelero, por recuperar la metáfora de Platón, más partidario del despotismo ilustrado. Los niños siempre absolverán a quien les garantice el azúcar de la demagogia, contra el que en este diario se ha alzado Robe Iniesta: «Lo malo de la democracia es que todo el mundo pueda votar. Y no digo que yo esté capacitado, pero habría que pasar varios exámenes. La Historia nos tiene que servir para algo. Pero ¿cómo puede votar un tío que no sabe quién fue Napoleón? Esa gente que piensa nada más que en comer donuts y ponerse más gorda de lo que está, ¿va a votar?» Quién nos iba a decir que la defensa de la epistocracia vendría de Extremoduro.

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El bueno (Rajoy), el feo (Pedro Saura) y el malo (Monedero) de esta semana en La Linterna de COPE

Participé en El Debate de TVE de esta semana: conciliación laboral y otros asuntos de rabiosísimo interés como una disputa con la representante de Podemos

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16 diciembre, 2016 · 10:54