
Sabíamos desde Gide que con buenas intenciones se hace mala literatura, pero Yolanda Díaz nos está enseñando que con buena literatura se hace mala política. De la novela de aeropuerto al poema de polideportivo, la musa del Magariños incurrió en una dosis letal de cursilería. Ahora entendemos por qué prometía salud bucodental para todos y todas: se trata de combatir las caries que provoca el azúcar de su discurso. «¡Basta de que solo recurramos a la cultura en tiempo electoral!», exclamaba la oradora mientras recurría a la cultura en tiempo electoral. Cuando en un pico de hiperglucemia invocó el bien de la «res pública», la calavera de Cicerón rebotó de cólera contra las paredes de su tumba.