
Un vendaval de hielo se desató sobre el rey de Europa en Manchester y congeló las cañerías del palacio donde habitaba la cálida costumbre de la victoria. Los jugadores de Ancelotti envejecieron de golpe, la artritis se declaró en los miembros más nobles de la familia, la épica se volvió melancolía. Los jóvenes herederos –Camavinga, Rodrygo, Valverde– asistían al fenómeno atmosférico con estupor, paralizados ante el espejo mohoso en que se reflejaban sus mayores, completamente irreconocibles.
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