
La chica está de espaldas, encaramada a unas sandalias dominantes, ataviada con un vestido extemporáneo en el mediodía laborable de una céntrica acera de Madrid. La chica se agarra a la verja de un palacete, como si quisiera asaltarlo. De pronto se gira bruscamente, la melena al aire de su vuelo, para clavar una estudiada mirada de desafío en el fotógrafo faldero que registra muy voluntarioso el paripé. A menudo el de la cámara no es más que un novio solícito, resistente al bochorno, entregado humildemente a la causa doméstica del modelaje amateur. Monta tu pasarela de andar por casa y desfila, diva urbana: El Retiro será tu Milán. Una pose y otra, un disparo y otro, una jornada más ejerciendo de top model de barrio, corriendo al Instagram a revelar el carrete, facturando seguidores a granel, calculando un nuevo patrocinio. La dura vida de la influencer.