
Una vez reducida la polémica a embarazo psicológico, queda por examinar la estrategia desnudada por el camino. Porque no se trata solo de Mañueco: Ayuso y Almeida ya fueron víctimas de la cadena de rupturas planificadas con las que Vox ha inaugurado el ciclo electoral. ¿Por qué romper con el PP votando contra los presupuestos o inventando un protocolo? Acudamos a la analogía del mercado. Vox compite por una clientela parecida contra una marca más poderosa y mejor implantada, así que trata de diferenciar su producto por la vía de la pureza. De ahí que se abriera hueco a codazos en el mercado político con un eslogan que no mencionaba a la izquierda sino a la competencia: el PP («derechita cobarde») y Cs («veleta naranja»). La rabia fundacional no movilizó a los fieles contra los paganos sino contra los herejes. Por eso Vox se vendió al potencial cliente como la derecha pura, sin cortar(se). El tarro de las esencias conservadoras.