
Entre las formas que imaginó Woody Allen para acabar de una vez por todas con la cultura no figuraba el ecologismo, pero las ecogamberras del van gogh obligan a reconocer la creciente incompatibilidad entre humanismo y activismo. Quizá no estemos a tiempo de salvar el planeta, pero nadie duda que aún podemos completar la regresión al estado de naturaleza mediante la destrucción entusiasta de los museos. Que el activismo animal o el animalismo activo la tome con el arte es revelador: se trataría de desandar el camino de la civilización hasta llegar al minuto previo a la hermosa idea del primer hombre que posó sus manos tintadas sobre las paredes de Altamira.