
Si usted quiere acabar de una vez por todas con el Real Madrid, deberá meterle el primer gol en el segundo minuto del partido, y el segundo gol en el minuto diez. Con tan cómoda ventaja un entrenador desavisado tendrá la tentación de relajarse, como esos malos espectadores de cine de terror que creen que el zombi ha muerto con un disparo en la cabeza y un hachazo en el esternón. Pero Guardiola no es un entrenador desavisado: conoce perfectamente al Caminante Blanco, y sabe que no sabe dejar de caminar jamás hacia una final de la Copa de Europa. Por eso se desesperaba en la banda y arengaba a la grada y sorbía agua como si fuera tila. Porque el zombi no acaba nunca de morir.