
Decíamos ayer que hay una pena honda y una pena galana sin necesidad de salir de Andalucía. La pena del cante flamenco es irredimible y fatal, gime desde las cuevas del Albaicín y corre por los brazos exhaustos de los jornaleros. La pena en Sevilla es solamente pascual y aun así presumida: no dejará de considerar la alegría de la Resurrección ni en la misma Madrugá. Recorred el bullicio del Arenal, el barrio que maravillaba a Lope de Vega, y sabréis lo que es un pacto de vida con la misma muerte aunque sea Viernes Santo.