
De ti, Sevilla, han dicho de todo los peregrinos del asombro. Han dicho que tus días sagrados empiezan por un funeral y acaban en una orgía. Que duermes siestas de 50 semanas a la vera de un río mosquitero y despacioso. Que por unos días sacrificas tu alma reidora, te traicionas, te entregas a una metafísica del pecado que no puedes entender porque nunca has creído en la superioridad del pensar sobre el vivir. Tú que llamas calvario al festín de los claveles como cuajarones de sangre que alfombran las canastillas de los pasos donde se desangra un crucificado. Tú que incluso en la pena pones gracia y que cuajarías de flores el monte de las calaveras.