
Sevilla sucede entre madrugadas. En la del miércoles al jueves topé con la Virgen del Buen Fin, y como esa noche nacía en Madrid sin mayores contratiempos mi sobrina Fátima, pensé que tan optimista advocación no podía ser más oportuna. Hay hermandades de rigor y otras menos sobrehumanas en las cuales el rito nunca termina de distinguirse de la fiesta. Tres aldabonazos, la levantá y adelante, el paso contoneándose como una mujer que ríe mientras llora, los músicos atacando la marcha con sus linternas liliputienses apuntando a la partitura.