
El mundo está hecho para los que quieren ser famosos, aseguraba en su muy celebrada carta a la directora de El País una madre orgullosa de que su hija quiera ser segundo violín. «No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso la hace feliz», escribe doña Carolina desde la brumosa Inverness. Nadie es quién para discutir las razones del orgullo que una madre siente por su hija, al menos no hasta que esa madre decide que el mundo entero, feria de vanidad, conspira contra la natural modestia de su hija.