
Todos los hombres desean por naturaleza saber, pero algunos hombres lo desean más que otros. Antonio Escohotado Espinosa acaba de cumplir 80 años y su cuerpo es una pavesa consumida por el afán de conocer el aire, el fuego, el agua y la tierra. Su voz ronca pero dulce emerge de los escombros de un siniestro generacional donde se estrellaron todos los buscadores de paraísos artificiales; todos menos él. Al notario de sus penúltimos días, el camarada Colmenero, le asegura que es un chalao que es consciente de serlo. Y la conciencia de la locura es lo que distingue al pirado del filósofo.