
Ahora que muere Ciudadanos es justo redactar un epitafio a la altura de su mejor momento y no de este penoso braceo en pos del último madero del Atlántico. Cs es la historia de una triple rebeldía: contra el rodillo nacionalista, contra el anquilosamiento bipartidista, contra la infección populista; formidables enemigos que hoy brindan por su ocaso. El español mezquino entierra magníficamente bien porque le alivia la reducción de la competencia. Pero hubo unos años, entre 2015 y 2018, en que Cs logró proponer a la política española la mejor versión de sí misma. Se empezó a cuestionar la legitimidad de los nacionalistas para seguir extorsionándonos. Producía bochorno nombrar a Franco o al comunismo: el futuro ofrecía retos más interesantes que el pasado. La escena de dos capos políticos repartiéndose a los jueces se reveló de súbito como lo que es: una vergüenza. Si hasta se discutía el contrato único o la mochila austriaca en las tertulias, por Dios.
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