
El Gobierno ha impuesto un toque de queda pero ha pedido a los medios que no lo llamen toque de queda, igual que antaño la derecha pedía a los gays que no lo llamaran matrimonio. Sánchez, que no tiene el doctorado en Filología porque no quiere, propone una alternativa más eficaz para mantener la moral de victoria: «restricción de la movilidad nocturna». Moncloa, antigua sede del Ejecutivo, hoy es una escuela de traductores que manufactura eufemismos para una sociedad de débiles mentales. No diga expolio fiscal a las clases medias, sino «armonización de incentivos»; no diga renuncia a la calidad de la enseñanza que iguala al holgazán y al aplicado, sino «adaptación de los estándares de aprendizaje evaluables». El sanchismo suple su incompetencia con imaginación. No tenemos ministros sino poetas: si no tienes soluciones, cambia el nombre de los problemas.