
Albert Rivera es un político muerto pero un hombre resucitado. La muerte política le sienta singularmente bien. «Se le ha quitado el velo que tenía en la mirada», cuenta uno de sus colaboradores. Uno que soportó a su lado la minuciosa destrucción -otros dirán autodestrucción- del líder liberal. Rivera llevó a Ciudadanos al cielo en abril y al infierno en noviembre, previo paso por un purgatorio que ahora se atreve a confesar. Entrevistar hoy a Rivera es constatar no lo que la política hace con los hombres, sino lo que deja de hacerles cuando los libera. Crónica se encuentra con él en la Casa de América, por donde dicen que ronda el fantasma de una niña que seguramente también es abstencionista de Cs.
Todo español, especialmente los que jamás le votaron, tiene su propia teoría sobre las causas del hundimiento naranja.Pero es al autor de Un ciudadano libre (Espasa) a quien hay que preguntar cuándo se jodió Cs. Él aduce cuatro causas.