
Un alcalde.
No es el más alto ni el más carismático, pero es un político decente. Uno con más principios que estrategias. Las estrategias sirven para salir favorecido en los medios, y esa batalla la tenía perdida José Luis Martínez-Almeida desde que se metió en el PP, un partido en inmunodeficiencia mediática en gran parte por su culpa. Los principios, en cambio, sirven para saber lo que hay que hacer cuando todo el mundo a tu alrededor pierde la cabeza, empezando por el presidente de tu país. Mientras los estrategas forcejeaban con sus propios argumentarios y el virus se propagaba feliz, Almeida oyó la voz interior que en su gremio suele yacer bajo toneladas de tacticismo y le puso un micrófono: los ciudadanos se merecen la verdad; no cabe descartar el cierre de Madrid; los jóvenes deben estar a la altura del legado de sus mayores; necesitamos medidas económicas ya: aquí van las nuestras. Almeida no esperó a consensuar estas declaraciones con nadie porque hay momentos especialmente contraindicados para las mesas de negociación, sobre todo si al otro lado se sienta tu conciencia. Tu deber.