Si pudiera un español

[Publico aquí la columna del sábado tal como la concebí, en verso]

Si pudiera un español decir su nombre
-si se atreviera-,
no diría ley, bienestar, 78:
el año de su formal Constitución.

España es otra cosa, no es abstracta, un edificio
que se hunde a nuestros ojos cada lunes
y se reforma sin problemas el domingo.

España es una cueva de flamenco
que un gitano cínico fatiga
para engaño del guiri que le paga
mientras sueña que canta entre los grandes.

España es una mujer embarazada,
y es un viejo tendido que se muere
con un velo implacable en las meninges
que le veda recordar lo que fue España.

Es la cólera de abril del nuevo rico,
que tiene que pagar IRPF,
y calcula el coste de la trampa
y acaba -porque hay leyes- desistiendo.

España es tu lucha contra el cáncer, y es el órgano
donado que establece
un pacto caballero entre un difunto
y un vivo prorrogado.

España es un lugar que prohíbe España
para que unos españoles no se enfaden: les dijeron
que tienen que ser algo distinto.

España es la madrastra del exilio,
que antaño fue exterior pero que dura
en la amarga conciencia del votante.

España es la santa siesta de Cecilia
que nadie duerme ya,
si no es para fomento del turismo,
y es un pícaro que refunda su partido,
y es la fe del hidalgo empobrecido
que no sabe qué hacer con su casona
al precio que escaló la plusvalía.

España es un patio de colegio,
es un público instituto que descubre
un poema ancestral a un influencer,
la mina que se figura parador,
la huerta trasvasada de rencores.

Será también el llanto de otra madre,
el beso inaugural del niño feo,
la joven que concreta su valía.

No hay un hombre que en España lo haga todo,
pero más de uno hay convencido de que sí.

España es el oficio feroz de tertuliano,
el crédito ilocalizable del tuitero,
España es un periódico aún impreso que se apresta todavía a la batalla.

España es un locutor huracanado, un cotilleo
que sabemos unos pocos,
es una milicia sosegada,
es un obispado que cree en Dios.

España es un hortera de bolera,
y es un sindicalista inasequible
a la mezcla de la patria con la clase,
y es un gay feliz que ama en España.

Es la tierra del comunista convertido,
y de un minúsculo fascista reincidente,
y de un empeño de seguir viviendo juntos.

España es el brócoli y el toro, de Nadal
es la raqueta (y también el escobón),
y un dédalo de cristianos contra moros,
y una blanca judería cuya pista
aún persigue la pasión del hispanista.

España es un marco incomparable,
es un país de pandereta,
es un tópico encerrado en otro tópico
despeñándose por el club de la comedia.

España es la urbe y el vacío,
es mía es tuya es de quien caga
en los muertos más frescos de esta España,
meseta asomada al mare nostrum, eterno Madrid-Barça
donde nunca la sangre llega al río.

España es todo eso y quizá más. Para saberlo,
habría que probarla antes de hablar.

 

(Madrid, 12 de octubre de 2018)

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14 octubre, 2018 · 22:03

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