
Identidad en marcha.
Lleva razón lleva Dolores Delgado cuando encarece la necesidad de una «reforma mental». Yo soy muy partidario de las reformas mentales, a condición de que no las dirijan ingenieros sociales con nómina de Estado -por ejemplo, un ministro de Justicia- sino la conciencia a solas con un libro o una idea, dos animales en peligro de extinción bajo el incendio identitario que está deforestando la inteligencia. ¿Guerra cultural o democracia deliberativa? Según Lilla, la primera enfrenta identidades desesperadas por obtener reconocimiento mientras que la segunda admite la posibilidad ilustrada de la persuasión. Por eso degenera el debate público: porque es imposible hablar con un género, dialogar con una orientación sexual, discutir con el orgullo nativo. Las identidades serán laicas pero imponen la jaculatoria y la genuflexión. Todo lo que no sea hincar la rodilla y recitar el catecismo constituye anatema. Así, si un tribunal aprecia escaso riesgo de reincidencia y fuga en cinco condenados por abuso sexual, de inmediato calle y poder claman machismo al unísono. Es decir, postulan una deformación moral, un sesgo injusto, una intimidad psíquica no sostenida por pruebas. Y si las pruebas no sostienen la acusación de machismo a una magistrada que cambia el voto, que se jodan las pruebas. Habrá que reformar a los togados para que sus mentes aprendan a adaptar los juicios a los prejuicios.
No sorprende que políticos, periodistas y otros adictos al selfi moral se sumen al alegre linchamiento de la «justicia patriarcal». Los jueces son los últimos villanos de este cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada pero da votos, clics y likes. Menguado el poder ejecutivo por la transferencia de soberanía y domesticado el legislativo por la ley de hierro de la partidocracia, el poder judicial resiste apenas como último refugio de la autoridad, de la capacidad de decisión racional e independiente. ¿Cuánto tiempo seguirá resignándose al malvado papel que le adjudica la indignación de las identidades insatisfechas? Cuando la Justicia abandone los hechos y los códigos para atenerse a los sentimientos y a las redes sociales habremos completado el retorno a Salem. Entonces el patriarcado será como la brujería: haberlo haylo. Y todo agnóstico será castigado.
El bueno (Cospedal), el feo (Casado) y el malo (Soraya) en La Linterna de COPE
No se ha vuelto a oír de esa comparación del peronismo y la perpetua algarada psicofónica de personas sin nada mejor que hacer. Siquiera escuchar el rechazo de los Beates a postulantes maoístas con su mismo consejo: mejor reformas tu cabeza. El caso es que ayer -lo que no encuentres un domingo por la tarde mejor olvídalo- supimos de la confesión de Enric Juliana a algún colega de su periódico acerca de como el embajador norteamericano de turno promovió el incendió por una turba ultraizquierdista de la embajada española en Portugal el año 75. Vaya vaya. Douce comme un peuple en revolution. Un pueblo de borregos útiles.