
“Mira, mejor ya voy yo”.
No discuto que el populismo haya contaminado el lenguaje político, con sus empoderamientos y sus oligarquías. Pero su efecto alcanza mayormente al patio mediático. La escuela política realmente influyente es la marianista, y en ella se forman a diario y de incógnito los ambiciosos de España para titularse en maquiavelismo tranquilo. El marianismo es un movimiento afásico que no acuña términos felices ni marcos conceptuales de debate, pero cuyo influjo sobre la estrategia partidista resulta ya abusivo. Así como hay escritores para escritores, don Mariano es un político para políticos, más que para el gran público. Lo prueban los candidatos al trono de Ferraz que hasta la fecha, con el partido acechado por la descomposición y la disidencia royendo a su competidor, han imitado la técnica marianista de la dilación con el escrúpulo del buen alumno.
El bueno (Gallardón), el feo (juez De la Mata) y el malo (padre de Nadia) en La Linterna de COPE