Es país para viejos

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El padre Monedero, ungiendo a los catecúmenos.

De todos los argumentos que anda sintetizando el laboratorio morado para explicar su fracaso electoral, ninguno acredita la finura que esperaríamos de la complutense estirpe de Maquiavelo. La paranoia del pucherazo es un mero ejercicio de proyección bananera. El recurso al miedo resulta incompatible con los labios de fresa, sabor de amor, pulpa de la fruta de la ilusión que desbordaba al país desde el advenimiento podémico. El cruce de acusaciones entre errejonistas y pablistas a cuenta del infantilismo de unos o el radicalismo de otros no excede los muros de su salón parroquial. En cuanto a la posibilidad de que España esté habitada por ocho millones de criptofachas -una de mis teorías predilectas-, su defensa delata la enfermedad de una mente extremada, que descifra el mundo por el catalejo de un embudo y concluye que es fascista todo aquel que no sea comunista.

Pero hay una razón que los caballeros politólogos de la helada sonrisa arguyen con tanta verdad como escasa sofisticación: que el pasado domingo los viejos acudieron a votar como si lo fueran a prohibir, y que mayormente votaron al PP. «Hay un país real que sigue rehén del pasado y deprime», escribió el padre Monedero en su epístola postelectoral a los podemitas. La frase es una joya de la psicopatología política: «país real», lamenta quien prefiere una utopía irrealizable; «rehén del pasado», deplora el penúltimo profeta de la ideología que despachó aberrantes sacrificios en el altar de la revolución perpetua. Claro que España es un país envejecido, como todos los desarrollados, y claro que el PP primó astutamente a los pensionistas sobre cualquier otra clientela. Pero que en la movilización de los ancianos influyan sentimientos como «el miedo y el egoísmo», en palabras del apóstol Juan Carlos, no condena a esos votantes a la senilidad, así como el voto utópico no absuelve de irresponsabilidad a nuestros niños barbudos más indocumentados. El egoísmo, de hecho, me parece una magnífica manera de tomarse en serio la democracia, pues nadie sopesa tanto su voto como quien lo identifica con un capital confiado a bolsillos políticos, del mismo modo que Adam Smith cargó sobre el ánimo de lucro la riqueza de las naciones.

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1 comentario

1 julio, 2016 · 17:29

Una respuesta a “Es país para viejos

  1. Tras el sofoco, la rabia y la pena que me causó la diatriba de Monedero contra los de mi quinta, este artículo ha sido consolador. Estaba ya dispuesta a viajar a Japón y subirme al Narayama.

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