Archivo diario: 18 abril, 2016

Viaje a la aldea del crimen

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El Nuevo Periodismo antes y mejor que Capote.

Hay que felicitar a los sellos independientes que se han propuesto el rescate del mejor periodismo español; ese que, contradiciendo a Connolly, admite una participación en el mañana. Que sean reconocidos hoy los Camba, Chaves Nogales, Gaziel, Xammar o Assía es mérito de editoriales como Acantilado, Fórcola, Renacimiento y, muy especialmente, Libros del Asteroide. Claro que para que un texto periodístico conquiste el porvenir, el periodista debe cumplir unos requisitos que se resumen en dos: una mirada honda y larga, capaz de explotar la potencia simbólica -y por eso duradera- de un acontecimiento noticioso; y un estilo propio y rico, en el que la precisión no esté reñida con la belleza. Porque, de hecho, nunca lo está: no se es un gran literato si no se sabe hacer precisión, a despecho del errado aforismo de Ortega.

Ramón J. Sender debutó como novelista con Imán, pero se desempeñó como periodista sin preocuparse demasiado de esos deslindes gremiales tan del levítico gusto de las asociaciones de prensa. A él le bastaba con tener clara su misión: averiguar la verdad de los sucesos acaecidos en la aldea andaluza de Casas Viejas en enero de 1933 y contarla en nueve entregas en el diario progresista La Libertad. Su trabajo fue tan impactante que desencadenó el primer impeachment de nuestra historia democrática, forzando la dimisión de Azaña. Ese trabajo es el que recupera ahora este librito -brillantemente prologado por Antonio G. Maldonado-, basándose en la reelaboración que el propio Sender hizo un año después, enriqueciéndola con conclusiones de la comisión parlamentaria, confiriendo unidad al conjunto mediante aportes de contexto y juicios indignados a posteriori, propios del reporterismo comprometido ante la injusticia más obscena.

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18 abril, 2016 · 11:45

¿Un Papa populista?

Pope Francis visits Lesvos

Epifanía de Francisco en Lesbos.

Hay un católico que recela en secreto del viaje de Francisco a Lesbos; y no porque las tres familias de allí rescatadas hayan resultado musulmanas, sino porque entiende mejor los motivos pastorales que los meramente «humanitarios», en expresión del propio Pontífice. Hay un liberal que lo acusa de peronismo jesuítico. Hay un progresista que lo aplaude casi sin matices. Y hay un populista que se apropia de lo que le sirve y lamenta que no rompa ya a bendecir la transexualidad episcopal, la marihuana recreativa y la lucha de clases. A mi juicio todos se equivocan.

La Iglesia cuenta por serenos siglos lo que el mundo vive como vertiginosos años, y en su historia se han dado ya todos los arquetipos: también el de papa revolucionario. En la indisimulada teatralidad de Francisco redescubrimos las viejas estrategias de la Contrarreforma, cuando desde el núcleo romano extendió Bernini la más genial propaganda del catolicismo, liderada por los jesuitas. Sólo que este Papa elige la pobreza en vez del barroco para comunicar un mismo mensaje de trascendencia. Cuando el liberal extraña los buenos tiempos de Wojtyla, en que el Vaticano se aliaba con la Casa Blanca para derribar el comunismo, olvida que el liberalismo estuvo tan condenado como el adulterio. Cuando el socialdemócrata se emociona con la caridad franciscana, no repara en que su ideología sólo es una secularización del Evangelio, no al revés. Y cuando el populista marxiano pide curas obreros, ignora que Jesucristo protagoniza tantas escenas que cabría calificar de populistas -curar enfermos, multiplicar panes y peces- como otras en las que llama al respeto institucional -¡y hasta fiscal!- reservando al César lo suyo o prohibiendo a sus favorecidos difundir quién los sanó, porque no había llegado su hora.

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18 abril, 2016 · 11:38