Juanan, macho, dónde estás

Entré en el irlandés de Tribunal con Hughes, que se estaba quedando aquel finde en casa, recién llegado de Valencia. Veníamos de almorzar con Alfageme y Ruiz Quintano y de la redacción de La Gaceta, donde presenté a Hughes a Dávila y hasta escribimos juntos una sección del periódico. Para entonces ya estábamos borrachos, claro. El estado ideal para una quedada con la puta banda mourinhista que se había organizado esa tarde por Twitter para ver el Osasuna-Madrid. Recuerdo que salió Sinone a recibirnos, y que llamé a Gistau para ver si podía apuntarse, y que ingresamos en la penumbra grata del bar, donde un grupo de buenos muchachos se juntaba frente al televisor en torno a una mesa bendecida con un par de metros de cerveza en vertical, ya sabéis, esos cilindros con grifo que se vacían con anormal celeridad. Y allí estaba Juanan.

–¿Tú eres Van Palomaain?

–Sí, macho.

Juanan decía “macho” dos y tres veces en la misma frase. Es un vocativo ya algo anacrónico en la parla de Madrid y por eso le quedaba tan gracioso. A Hughes y a mí se nos pegó y ya estuvimos cerrando cada frase con “macho” todo el fin de semana. “Esa jerga suya, de negrata de aquí, era como un rapero en la grada. Eso es inolvidable para quien lo haya leído”, ha tuiteado en su memoria Hughes, con la habitual exactitud.

Así que aquel mod menudo y melenudo era el vitriólico Van Palomaain, cuya natural generosidad le hizo tuitear una vez: “Yo voy diciendo por ahí que conozco a Mesetas, Hughes y Jarroson, la santísima trinidad de internet”. Pues bien, a falta de Jarro, él completaba allí mismo la santa trinidad del putabandismo. Una de las cosas que más me gustan de Twitter es ese momento siempre sorpresivo en que confrontamos la preconcepción meramente textual de una persona con su apariencia física, aunque Jabois al día siguiente nos reprochara ese afán de poner cara a la puta banda, una “mariconada” que Mou seguramente condenaría. Yo mismo lo había hecho antes con el propio Manuel en Pontevedra y con Hughes en Valencia, ambas veladas memorables, la primera inserta incluso en el último libro de Jabo. A Juanan también le gustaban las quedadas tuiteras. En el irlandés estaban además El Socio, Meseta y alguno más que ahora no recuerdo. Meseta se puso a hablar de literatura conmigo sin presentarse, y el efecto era entre alucinatorio y genial, como hablar de barroco romano con Yul Brynner. La noche prometía mucho.

La noche en que conocí a Juanan, con Hughes, El Socio, Meseta y cía.

La noche en que conocí a Juanan, con Hughes, El Socio, Meseta y cía. Tribunal.

Vimos marcar aquel golazo vanbasteniano a Benzema y al Madrid finiquitar la Liga de los Récords aquella noche. Juanan estaba eufórico y a la vez deslizaba críticas mordaces a cada jugador blanco si se le ocurría perder el balón. “El tuit es perfecto para disimular mi falta de talento. Soy un mediocentro africano y Tuiter es mi trivote”, había escrito una vez Van Palomaain, desmintiendo en la agudeza de ese fraseo suyo la propia declaración de modestia. La verdad es que estábamos todos excitados y crecientemente borrachos, los metros de birra caían sin piedad y en un momento dado no sé quién empezó a tararear el Ay se eu te pego entonces de moda con una nueva letra que consistía en repetir “Ay mi Meseta” constantemente. Nos pareció de lo más ocurrente, el colmo mismo de la risión, y lo coreamos durante un buen rato manoteando salvajemente sobre la mesa hasta que el camarero empezó a inquietarse y la clientela a abrir prudencial hueco a nuestro alrededor. No sé si Meseta llegó a subirse a la mesa a coreografiar el cántico por faralaes, acuso anchas lagunas de aquella noche inaugural. Lo que sí recuerdo es que Juanan propuso el Honky Tonk y hacia allá nos encaminamos Van Palomaain, Hughes, Meseta y yo, que estaba renqueante de una fractura de peroné y no podía seguir su ritmo, qué cabronazos, levitando todo ciegos sobre el bulevar de Alonso Martínez y yo mascullando 50 metros por detrás. Juanan iba pendiente del móvil, tratando de atraer mujerío al despropósito. Una vez dentro nos dispersamos. Meseta había perdido el móvil, aunque luego creo que lo recuperó, creo que dentro de su propio bolsillo, de hecho; Hughes vagaba enmudecido por el bar, como mirando todas las cosas por primera vez, con restos de líquido amniótico en las córneas; Juanan seguía con el teléfono y yo le entraba a una morena a quien aseguraba que no sabía con qué clase de periodista estaba hablando. Todo degeneró lo previsto en estos casos y terminé buscando a Juanan por todo el Honky, pues le había perdido; vagaba yo por el local murmurando: «Juanan, macho, ¿dónde estás?»

Y todavía me lo pregunto.

Al final metí a Hughes en un taxi y logramos llegar a casa. A la mañana siguiente se sucedió la divertida relación de tuits que aspiraba a reconstruir los hechos:

–También os digo, que la nueva derecha, @JorgeBustos1, @hughes_hu y @van_Palomaain, es guapa y violenta. Y que los perdí no sé dónde –escribió Meseta, vete a saber por qué.

Pero todos esperábamos a que Juanan se levantara, a ver qué tuiteaba de lo de ayer. Y cuando por fin lo hizo, volvió a romper la expectativa:

–INFORMO DE QUE SIGO SOLTERO –o algo por el estilo. El descojone.

El pasado 26 de julio, dos días después del accidente, Hughes recordó así en Twitter aquella altísima ocasión:

–Esa noche, con otros tantos especímenes, parecíamos escapados del pelotón en un descenso. Es decir, que Juanan no iba de boquilla.

El cuarto Gallagher.

El cuarto Gallagher.

La segunda vez que le vi fue en el Bernabéu. Guillermo Estévez tuvo el detalle –la puta banda es ante todo ciertos picos de calidad humana– de pagar por adelantado mi entrada para la vuelta de la Supercopa contra el Barça. Luego se lo devolví, eh. Nos íbamos a juntar una tropa de muchísimo cuidado. “Putabandismo is coming”, tuiteaba la víspera Van Palomaain. En la embajada americana supongo que habrían empezado con los cables cautelares al Pentágono desde julio, cuando se fraguó el concilio mourinhista entre prueba y prueba de las Olimpiadas de Londres. Recuerdo los jugosos tuits de Van Palomaain durante las ceremonias de inauguración y de clausura, sus intercambios con Favelas –orgulloso de Mireia I de Badalona– y su emoción estallada cuando salieron los avejentados restos de los Who a tocar Baba O’Riley.

El día de la Supercopa conocí en persona a Jarroson, Manuel Matamoros, Mercutio, Silvita, Inspector, Madrefaque, RockandBolesco… La previa la hicimos primero en la terraza del Círculo de Bellas Artes –vete a saber por qué– y luego en El Refugio, y allí se presentó Juanan, con un brillo etílico y jovial en los ojos, bajo su negra visera de pelo mod:

–Qué pasa, Bustos, macho.

Comentamos la posibilidad de viajar con Sinone ese otoño a ver a Pedro Ampudia a Ibiza para morir los cuatro en el Amnesia, y recuerdo también que calibramos los conocimientos estrictamente futbolísticos de Florentino, tema que Jarro y Matamoros abordaron con entusiasmo descriptible. El partido lo vimos pegados Jarroson, Juanan y yo. Hay una foto. Yo insistí en hacérnosla, porque ni a Jarro ni a Juanan les gustaba la publicidad. Ahora me alegro de haber insistido. Es la foto que tenía en la cabeza en el mismo instante en que Jarroson –serendipia– me escribió la noche del jueves 25, un día después del accidente, estando yo en Cerdeña de vacaciones, metiéndome yo en el wifi del hotel, enterándome yo de la noticia, recibiendo yo una sacudida de incredulidad y dolor, derrumbándome yo delante de mi novia por un momento.

–Vimos un partido abrazados a él, Jorge –me puso Jarro en el Whatsapp, por donde le mandé la foto.

–No sé si subirla.

–Haz lo que te pida el cuerpo. Joder, la veo y lloro.

–Y yo.

La subí. Me lo pedía.

Bustos, Juanan y Jarroson viendo ganar al Madrid.

Bustos, Juanan y Jarroson viendo ganar al Madrid.

Estamos los tres en la foto, yo sacando cuerno putabandista y Juanan en medio, abrazado por ambos. Rugimos con el sombrero de tacón que Cristiano le hizo a Piqué antes de marcar, y nos ciscábamos en Xavi con fruición caníbal. “¡Pepe, en la puta vida te pueden hacer eso, en la puta vida!”, aullaba Juanan a mi derecha si el central luso era superado por Messi. Jarro estaba tan tenso que pasó el final del partido de pie. Pero el leitmotiv de ese partido lo encarnaría para los restos Modric, que había robado el corazón de Juanan. “¡Inventa, Lukita! ¡Mirad cómo inventa Lukita!”, gritaba cuando el croata tocaba el balón con alguna intención ofensiva, por modesta que fuera. Fue un triunfo agridulce:

–Hemos perdido la ocasión perfecta de humillar al puto Barça –nos lamentábamos los tres a la salida.

Juanan vivía en Colmenar, excusa que musitó para hacernos la trece catorce y no unirse al reducto de resistentes –la tarde había comportado mucho desgaste– que pedía una copa en algún garito de la Avenida de Brasil. Recuerdo que me despedí de Jarro en Gran Vía con esa sensación de familiaridad extraña pero certísima que dejan las amistades surgidas en una red virtual y sancionadas por la presencia real.

Al día siguiente debutaba yo en Real Madrid Televisión, y en homenaje a Juanan elogié a “Lukita” y mencioné que había visto el partido en compañía de “madridistas furibundos”, indiscutibles, insobornables.

–Me ha llamado furibundo –tuiteó al término de la tertulia Van Palomaain, que había tenido la paciencia de tragarse mi debut.

Aún hubo una tercera vez en que quedé con él. Fue la última vez que le vi. Quedamos con Meseta y Madrefaque en el Molly Malone’s para ver el Rayo-Madrid, que se suspendió por una sospechosa avería lumínica.

–Qué chachos son. Qué país, macho –sentenciaba nuestro Dick Turpin.

Meseta nos contó historias de la mili mientras Van Palomaain tuiteaba y ponderaba los encantos de diferentes tuiteras. Nos despedimos en los torniquetes del metro, sintiéndonos jodidamente alejados del mundo Txistu. Me ha contado Madrefaque que se planea una quedada en ese templo-bar para tajarnos a su memoria. Ya le he dicho que cuenten conmigo.

Desde que me enteré, no he podido parar de pensar en él. Era de esos tipos con personalidad tan marcada que sus aristas se te clavan en el recuerdo, y no se sueltan. David (en cuya alusión a la necesidad de escribir un libro mourinhista me di por aludido quizá apresuradamente, aunque lo cierto es que hemos hablado de ese proyecto), Manuel, Iñaki han escrito ya de Van Palomaain en sus periódicos. Ampudia le ha dedicado un hermoso obituario. Telemadrid, un breve reportaje personalizado. Fansdelmadrid, un recuerdo muy tribal, muy fansista, de quien fue padre fundador y activista carismático, ilustrado con nuestra foto. Y un trabajador del Real Madrid me pidió datos biográficos para el detalle que el Club deseaba tener con él. (Bien hecho, Florentino.) Pero yo no tengo más datos sobre Juan Antonio Palomino Alfaro, natural de Madrid, 31 años, administrativo, que estas vivencias que dejo aquí anotadas con el alma en un puño y sin vuelo en el verso, con llaneza, porque cuando el sentimiento aprieta, la lírica está de más. Al menos la lírica engolada, pretenciosa, sustitutoria de la experiencia vivida. Ahora, al llegar al final de mi tributo privado, me vienen a la mente como tañidos secos y calientes las estrofas finales de aquel poema de José Hierro titulado Réquiem:

Él no ha caído así. No ha muerto
por ninguna locura hermosa.
(Hace mucho que el español
muere de anónimo y cordura,
o en locuras desgarradoras
entre hermanos: cuando acuchilla
pellejos de vino derrama
sangre fraterna). Vino un día
porque su tierra es pobre. El mundo
Libérame Dómine es patria.
Y ha muerto. No fundó ciudades.
No dio su nombre a un mar. No hizo
más que morir por diecisiete
dólares (él los pensaría
en pesetas) Réquiem aetérnam.
Y en D’Agostino lo visitan
los polacos, los irlandeses,
los españoles, los que mueren
en el week-end.

Réquiem aetérnam.
Definitivamente todo
ha terminado. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
por su alma.

Me he limitado
a reflejar aquí una esquela
de un periódico de New York.
Objetivamente. Sin vuelo
en el verso. Objetivamente.
Un español como millones
de españoles. No he dicho a nadie
que estuve a punto de llorar.

12 comentarios

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12 Respuestas a “Juanan, macho, dónde estás

  1. juan

    Me quede sin palabras. os he leido a todos, uno tras otro y no soy capaz de explicar ese don que teneis para plasmar con palabras lo que otros solo somos capaces de pensar y sentir. Genial, es un placer poderos leer y saber que uno comparte con todos vosotros la forma de vivir y sentir el madridismo y, en muchos casos, la vida. Abrazos

  2. Pabloriveras

    Espléndido

  3. Qué envidia esas quedadas mourinhistas, aunque yo en las ascensiones cerveceras no hubiera llegado más arriba del campamento base. Por lo que habéis escrito los que le conocisteis, tuvo que ser un gran tipo Van Palomaain. Descanse en paz.
    Melchorgaspar [el de La Peluca de Jovellanos]

  4. Bonito comentario, compañero seguiré leyendo

  5. Grande, grandes.

    Semper Fi.

  6. 69neander69

    Grande. Grandes.

    Semper Fi.

  7. Javier

    Hola Jorge, soy un gran amigo de Alberto Lardiés. Te doy la enhorabuena por el artículo que has escrito sobre Juanan. Es muy emotivo. Quédate con todos los buenos momentos que pasaste junto a él. Tras la lectura pienso que Juanan era un fenómeno. Lo seguirá siendo para todos vosotros. Yo no os conozco y mi equipo es el Atleti, pero mi hermano falleció con 33 años y cuando muere alguien joven me llega bastante. Un abrazo

  8. el tercer hombre

    Te has inventado un Gallagher nuevo o a caso los hermanos cantantes son tres?

  9. Miss Sedgwick

    Esta era precisamente la entrada que quería comentar y me siento un poco mal removiendo el tema, pero desgraciadamente me enteré de todo hace poco y para mí el dolor aún es reciente y, de algún modo, necesitaba dar las gracias por esta clase de recuerdos y homenajes que dejáis plasmados y así poder intentar digerir de algún modo lo indigerible.

    Como he dicho: Muchas gracias por escribir algo tan maravilloso sobre Juanan, derrocha sensibilidad, ese lado canalla pero buenazo de él y sobretodo ternura. Estoy segura de que le encantaría y se emocionaría.

    Tuve la suerte de conocerle hace algunos años (virtualmente hablando) y la mala suerte de no poder conocerle en persona y que nuestros planes de juerga madrileña no se hicieran realidad. Me demostró que era una persona fiel para con todo: amigos, ideales y pasiones, como el fútbol y la música, siendo esta última la que hizo que se cruzaran nuestros caminos por la red ¿Qué puedo escribir que no se haya escrito ya sobre él? Puedo decir que era una gran persona, con un corazón de oro, con un ingenio infinito y con una generosidad innata para compartir sus conocimientos sin caer en la soberbia, con una personalidad marcadísima y pequeñas coletillas verbales que se quedaban ahí, para siempre ¿Qué puedo decir que todo el mundo que lo conocía no sepa? Era único y las palabras se quedan pequeñas para reflejar la clase de persona que era y la herida que deja su ausencia.

    Una vez más: Gracias por este homenaje.

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