
Así que te gusta Bukele. Admiras la manera en que ha limpiado de escoria su país. Quizá al principio dudaste, pero la justicia del fin te ayudó a disculpar los medios. Ciertamente Bukele no ha engañado a nadie: prometió liberar a los salvadoreños de la tiranía de la violencia y lo ha cumplido. Con los pandilleros entre rejas el miedo se disipa y la confianza en el Estado vuelve a fluir, aunque solo fluya en una dirección. Hay pocos políticos en Occidente que puedan presentar un vínculo tan fulminante entre programa y resultado. Y hay pocos porque afortunadamente la democracia liberal aún retiene algún prestigio. No sabemos cuánto durará entre nosotros la convención humanista de que hasta al peor criminal le asisten derechos inviolables. Sí sabemos -por las series, por las novelas, por la historia, por la pandemia, hasta por la amnistía- que lo primero que sacrifica el sapiens sapiens cuando se siente acorralado es el Estado de derecho.













