
En todos los vagones de metro se oyó un suspiro de alivio cuando Bolaños, canónigo del sanchismo, anunció que Gobierno y oposición habían alcanzado por fin, tras cuatro años de bloqueo y tres horas de reunión, el acuerdo por el que tratarán de acordar cordialmente la renovación del Cegepejota. Pero tras el alivio inicial, sobre las cabezas de los viajeros que seguían en sus móviles las comparecencias de los negociadores se dibujó un signo de interrogación. ¿No nos estarán tomando por imbéciles?, parecía inquirir la hilera de rostros estupefactos, usuarios de metro que sienten verdadera devoción por el Cegepejota, que no hablan de otra cosa mientras se deslizan por el oscuro subsuelo de Madrid, atestado de clase media trabajadora y de ministras de progreso, como todos ustedes saben.