
No se llega a ser rico y poderoso sin un conocimiento preciso de la condición humana, y por eso a nadie le puede sorprender la destreza de Florentino para la pintura de caracteres. Los retóricos griegos diferenciaban entre la prosopografía, que se atiene a los rasgos externos de un personaje, y la etopeya, que ahonda en sus cualidades psicológicas. La etopeya florentiniana, de trazo impresionista, se inserta en la sólida escuela del denuesto español, que de Quevedo a Losantos exige agudeza en la mirada, puntería en el concepto y donaire en la expresión. Al artista de la injuria le basta un molinete de palabras trazadas en el aire para hacerle un traje a su víctima por el que será reconocido en adelante.
Andaba yo con un atasco intentando salir del cuarto acto hacia el, final de una obrita de teatro comprendiendo una velada entre Florentino Pérez y Mario Draghi y nada, que no salía. Whatever it takes, llevaba -lleva- por título provisional . «Cueste lo que cueste», es una traducción pirula, pero como en un mal sueño tenía a los dos caracteres mirándome fijamente con el evidente mensaje de que yo estaba mane, tecel, fares. y que de ahí no salía. Señor, qué pepla. Era como esas obras de Pinter que Luis Escobar tradujo y montó en su tiempo pero concentradas, reforzadas y despectivas sin palabras. ‘Sin palabras…’ pero había algún recurso melodramático por ahí ¿no? Ah, sí, miradas, miradas ya que hablábamos de ellas. Creo que el caso es hacer pasar al valet de chambre, Narciso Bello, pensando (¿Y como hago yo para que el pensamiento se exteriorice? ¿voz en off, mirada [de nuevo] significativa a los dos contertulios en lo que les sirve el aperol) algo así como ‘mojigangas poligoneras’