
Hay estados fallidos y hay autonomías fallidas, pero solo Cataluña es las dos cosas a la vez. Quiso ser estado y nunca pudo. Pudo ser autonomía y no ha querido. Ahora es una balsa de piedra cargada de locos flotando a la deriva, tripulada a pachas por la corrupción y el fanatismo. Para cubrirse, los corruptos fabricaron fanáticos. Tratando de salvar la hacienda entregaron la razón, y ahora no tienen ni riqueza ni inteligencia para volver a crearla. Cataluña es un ejército desarmado de napoleones manicomiales incapaces de distinguir la épica del ridículo, la libertad del sometimiento, la belleza de la deformidad, el talento de la subvención y el arte de la omertá.