
Nada.
La ventaja de ser Sánchez es que puedes enterrar a 50.000 compatriotas, reducir la cifra oficial a la mitad y salir luego a la tribuna a presumir de que aún te quedan vivos 450.000. A la conciencia de este hombre se asomó Munch antes de pintar El grito, pero lo que vio no fue el horror sino el vacío. La nada. El abismo.
Desde ese vértigo existencial no le costará nada presumir, cuando vayamos por seis millones de parados, de que todavía hay españoles con empleo. Y será de malnacidos que no se lo agradezcan a él a pachas con la Virgen del Carmen, patrona del mar a la que el patrono del aire (por el valor de su palabra) contraprograma con una misa laica de la que esperamos, como mínimo, una serenata al piano –allegro ma non troppo– de Rhodes. James, no Cecil. Y un coro milenial de OT rodilla en tierra.