Siempre pensé de aquella cursi confesión de Juan Ramón Jiménez («Soy un mártir del perenne proyecto fujitivo») que se ajustaba como un guante al gomoso delirio identitario de Artur Mas; pero tras leer la entrevista en El País a Juan Carlos Monedero, un hombre tan poético que compara las tertulias de la tele de Pablo Iglesias con el tren de Lenin, creo haber encontrado al jinete idóneo para el buen Platero.
El ex pope de Podemos vive montado sobre el perenne proyecto fujitivo de la utopía revolucionaria como Juan Ramón sobre el pollino algodonoso de la poesía pura. Y ha preferido bajarse de la cúpula orgánica antes que apearse del burro doctrinario. Esta fidelidad a la ficción, esta ineptitud para adaptarse a lo posible en que consiste la política adulta nos vuelve irresistible a un personaje como no hay en esa centralidad del tablero que repite el astuto Pablo, este sí un prodigio adaptativo que interpreta la música de camaleones de Capote con partitura dúctil, batuta enérgica y oído fino. Entendemos bien la fascinación de Lomana, cuya vida marcada por el prosaico dinero la predisponía inmejorablemente al turismo del ideal. A falta de Chiapas, valga Malasaña.