En la noche europea en que Carlo Ancelotti alcanzó a Miguel Muñoz y Cristiano Ronaldo a Raúl González, el talento más exquisito corrió a cargo de Karim Benzema. Ocurrió en el minuto 35 de un encuentro de control y oficio en comparación con las goleadas gloriosas a las que nos tiene acostumbrados este Madrid. Pero ese solo minuto justificó el partido entero.
Un balón llueve en el centro del campo sobre Karim, que está encimado por su marca. Con la sutileza habitual el francés cede de cabeza a James e inicia el desmarque hacia la banda, donde el colombiano se la devuelve. Benzema llega de cara pero todavía lejísimos del área; está condenadamente lejos de la que se supone su zona de influencia, pero el genio lo es porque se resiste a demarcaciones estrictas. Así que Benzema hace lo imprevisto: se disfraza de Bale y sin control previo le tira un autopase con el exterior al defensa para ganarle en velocidad.
El extremo del Basilea aprieta los dientes y se vacía en un sprint para coger al galo, que no parece tener prisa: se vuelve a detener, como esperándole, y en el segundo exacto en que el rival se le echa encima arranca de súbito con un cambio de ritmo hermoso que le concede dos metros más de ventaja. La portería ya está muy cerca y nadie se explica qué está haciendo Benzema, qué juego inverosímil se trae entre manos.
El delantero blanco ya pisa área pero no se detiene, quiere más profundidad, él sabrá por qué. Y lo sabe, claro que lo sabe, porque con el rabillo del ojo –o con la pura telepatía que los hermana– ve llegar a Cristiano Ronaldo por el medio, directo al punto caliente. Para facilitarle al máximo el remate, Karim sabe que tiene que apurar aún un poco más, como apuró Redondo cuando intuyó la llegada de Raúl tras aquel taconazo ante el Manchester. Y va Karim y lo repite: atrae sobre sí a los dos defensas y al portero con un último toque lleno de maldad y abre un claro maravilloso en medio del bosque del área por donde llega, completamente solo, el gran cazador. Benzema ya solo tiene que ceder suavemente el balón atrás y descansar los ojos en la sacudida de la red.
Toda la jugada se cifra en media docena de toques. La síntesis de precisión, belleza, generosidad, visión y eficacia es el enésimo tributo que Benzema rinde a la inigualable historia del campeón de Europa.
(La Lupa, Real Madrid TV, 28 de noviembre de 2014)