
Cae la tarde en la residencia canaria donde Pedro Sánchez, presidente de todos los españoles, se repone de un extenuante curso político, sin dejar por ello de preparar el siguiente. La mente de Sánchez nunca descansa, porque está convencido de que si lo hiciera, si llegara a desconectar de verdad por un solo día, millones de ciudadanos de clase media trabajadora experimentarían un súbito sentimiento de orfandad.