
-Buenos días, señor apóstol. ¿Cómo pasó ayer su fiesta?
-Pues mire usted, cada año la llevo peor. Se está poniendo muy difícil ser patrón de España, dicho sea sin ánimo de ofender.
-No diga eso, hombre. Y menos en año santo…
-Lo digo como lo pienso. Ser patrón de Galicia es más sencillo, la galleguidad no es un significante en disputa ni un concepto discutido y discutible. En cambio, España está en claro proceso de disolución simbólica, como dice Sergio del Molino. ¿Ha leído su libro?
-Sí, sí. Su autor lamenta que la causa de la España vacía se haya politizado de mala manera, originando nuevas identidades localistas que debilitan la trama solidaria y afectiva de la nación.
-Exacto. Así no hay manera de representar íntegramente a la comunidad política. Encima me están invisibilizando en el espacio público. Me escamotean la espada en las estatuas y me borran el apelativo para no ofender a los moros. Esos puritanos no entienden que a los moros les llena de orgullo que los cristianos solo pudieran vencerles con mi ayuda.