Dialéctica del activista

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Feminismo de tribu versus feminismo de individuo.

Todo debate público, por el mero hecho de su publicidad, termina reducido a una dialéctica entre pancartas. Pero lo malo no es que la pancarta de tu enemigo tenga más seguidores que la tuya; lo que jode es que un día tu enemigo venga a desfilar a tu lado. Entonces, en vez de tomar el consenso recién alumbrado como lo que es -la victoria final en la lucha por la hegemonía de tu causa-, el viejo luchador se siente derrotado por la inesperada compañía de su odiado. Siente que el acuerdo priva de sentido su biografía de resistente, cuando en realidad acaba de cobrarlo por primera vez. La psicología del activista funciona así: está tan habituado al narcisismo del perdedor que el triunfo le molesta. La generalización de su causa le produce agorafobia, como a esos adolescentes que reniegan de su grupo indie favorito cuando empieza a sonar en la radio comercial. El activista ha habitado demasiado tiempo en el margen, blindando su identidad a través del conflicto con el Otro, y cuando se descubre en el centro de la escena y el foco de los nuevos tiempos le ilumina, sus pupilas se contraen de dolor. Ah, la suave penumbra del pasado. Contra Franco vivíamos mejor. Cuando la derecha era machista podíamos sentirnos superiores. ¡Qué será de nosotros si esto sigue progresando! ¡Para qué serviremos los happy few, las almas bellas! ¿Nos reconocerán el pedigrí de militantes de primera hora?

El terco mecanismo de la historia -tesis, antítesis, síntesis- ha vuelto a operar esta semana del 8-M, que será recordado como el día en que el feminismo alcanzó la unanimidad social. De la Reina abajo, del cardenal Arriba. Ante tamaño éxito se desató la rabia del monopolista ideológico, la cólera contra las manifestantes de Ciudadanos, cosa que se comprende, porque lo artesanal se revuelve contra su evolución desde antes de que los impresores jubilaran a los copistas. La unanimidad es cruel porque clausura el ciclo dialéctico y procede a desenchufar los fusibles fundidos que un día cumplieron su función. En realidad la desorientación del comisario ideológico se parece bastante a la del macho ibérico, pues va por el siglo XXI -el de las luces LED- con su candil marxista del XIX.

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Vuelve El bueno (la mujer buena), el feo (la mujer fea) y el malo (la mujer mala) en La Linterna de COPE

1 comentario

12 marzo, 2018 · 10:39

Una respuesta a “Dialéctica del activista

  1. duque de Nemours

    El sábado encontré en la sección de novedades de la biblioteca pública la última reedición -¿ampliada?- de ensayos de la Gaite. Me parece que ya los conozco todos, pero es curioso releer a estas alturas algo aparecido en el Diario 16 del 1 de noviembre de 1976: «Pero lo peor de la cuestión -que desde Severo Catilina y Concepción Arenal hasta nuestros días se mantiene en parecidos diques de enfrentamiento- es la irreconciabilidad de las posiciones […] tomar partido en un debate donde los bandos están separados por un foso como las barricadas en la guerra, es algo a lo que debe resistirse quien respete por igual hombres y mujeres […]Siempre me digo que nunca volveré a leer publicaciones sobre un tema tan manido, y siempre acabo cayendo en la trampa» En los tiempos en que ¿Quién había? ¿Carmen Díaz de Ribera? Pues nada – a bailar

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