Si tuviéramos que comparar a Sergio Ramos con un personaje bíblico -un ejercicio que ya podrían prescribir los influencers-, no elegiríamos a Sansón, y ni siquiera a Dalila, sino al santo Job. Para los niños que no conocen la Biblia porque la Play no les deja tiempo, apuntaremos que el Libro de Job es un texto consolatorio que a juicio de Bloom toca la cumbre de la literatura sapiencial, es decir, ayuda a superar la muerte de un ser querido o la perspectiva de la propia. O una cagada bíblica de Ramos.
Job es un hombre próspero, sano, padre de una familia feliz y piadoso. Pero Satanás, que para eso es Satanás, malmete a Yahvé: «Ese Job te adora porque lo has colmado de bienes; arrebátaselos y verás lo que sale de su corazón». Y Yahvé, para probar la fidelidad de su siervo -en lenguaje futbolero diríamos «para cerrar bocas»-, accede. Deja que Satanás lo putee con vesania veterotestamentaria. Le manda enfermedades tan humillantes como la sarna, acicatea a la tribu de los caldeos para que ataque a sus criados, extiende la muerte entre sus rebaños, lo sume en la miseria, instiga el repudio de su mujer y por último, apurando el cáliz de la máxima amargura, lo somete a la muerte de sus hijos. Sin embargo, ni siquiera entonces Job maldice al cielo, sino que desde el lecho del dolor absoluto murmura: «El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor». Impresionante. Ese día Satanás debió presentar su dimisión.
El bueno (Javier Fernández), la fea (Carmena) y la mala (Forcadell) en La Linterna de COPE