Archivo mensual: octubre 2019

La veleta blaugrana

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Barça y Franco: historia de una amistad.

A Francisco Franco no le gustaba el fútbol pero le gustaban el Athletic de Bilbao, el Barcelona y el Atlético de Madrid, que entonces se llamaba Atlético Aviación. Del primero admiraba el carácter vasco, que a su generalísimo juicio encarnaba la quintaesencia de lo español, el soporte racial de ese rancio concepto de furia española que cuajó en los Juegos Olímpicos de Amberes. «Hasta el año que viene», bromeaba Gainza con el dictador al recoger en 1958 la Copa del Generalísimo en Chamartín. De la plantilla del Barça el favorito del Caudillo era Samitier, al que llamaba Sami desde que el habilidoso centrocampista le mandó una carta confesándole su fervoroso falangismo para hacerse perdonar el catalanismo de ayer. Estas mudanzas son muy humanas y Franco, desde luego, las comprendía bien; de hecho las provocaba. Y luego estaba el Atleti, claro: el equipo del bando nacional, dirigido por los mandos de la aviación rebelde. Aún recuerdo a mi abuelo, aviador y de las JONS, animando a Baltazar en un polvoriento televisor a finales de los 80. En cuanto al Real Madrid, Franco lo usó con fines propagandísticos como usó el gol de Marcelino contra la URSS, pero no le quedaba más remedio que respetar la autonomía de Bernabéu, que no paró hasta echar del palco al histriónico Millán-Astray. El fundador de la Legión llegó a retar a duelo a Bernabéu, pero lo cierto es que no volvió más. Y además era del Atleti.

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8 octubre, 2019 · 10:49

Nuestro Areta

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Carlos Santos como Germán Areta.

Por la calle oscura de una gran ciudad de un país en transición baja un hombre que no es oscuro ni grande ni mudable. Se llama Germán Areta. Parece un hombre común, ciudadano de una dictadura que agoniza, pero no se hace ilusiones respecto del futuro: conoce la maldad y se opone a ella por instinto, y entiende que la vigencia de ese enfrentamiento no depende de la forma del Estado sino del corazón podrido de los hombres; y por cierto, de no pocas mujeres. Hace tiempo que no duerme bien pero eso no merma la vigilia de sus sentidos, que son la materia prima de su negocio: detective privado.

Se gana la vida lidiando por dinero con la declarada miseria del prójimo, pero no acepta cualquier encargo aunque le sirviera para empezar una nueva vida en un buen piso a la vera del Retiro. Le sobra valentía para castigar a un maltratador que le dobla en tamaño tanto como para desafiar a un plutócrata vicioso, y le falta el sentimentalismo preciso para disculpar a una mujer que se niega a salvarse a sí misma. Se las arregla para averiguar la verdad sin tender más trampas que las justas, porque su mirada fija accede al alma de su interlocutor como una sonda infalible. Llega, observa y comprende. Pero no juzga.

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5 octubre, 2019 · 17:06

El forro de Andoni

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Españolazo.

El jefe del PNV es un señor con cara de honrado quesero que se llama Andoni y no se siente español. Es verdad que mirando su fotografía sería imposible convencer a un sueco de que Andoni no es un español arquetípico, consumado y sin remedio, como después de todo han sido los vascos durante siglos. Pero si la españolidad de Andoni residiera únicamente en su efigie, aún podría viajar a Turquía para disimularla a golpe de injerto; en realidad, el principal obstáculo a la hispanofobia de Andoni son sus ideas, que se traducen en fórmulas verbales de gran plasticidad: «Luego querrán que los vascos se sientan españoles. ¡Ni por el forro!»

Discursos como este requieren una exégesis cuidadosa. Un análisis precipitado concluiría que la retórica ortuzeña no se diferencia gran cosa del ruido de una motosierra o el mugido de un buey. Pero eso sería tanto como negarle al jefe del PNV un pensamiento político articulado, que lo tiene y de hondo arraigo. Andoni habla por ejemplo de «redil», «perro del hortelano» y «cabreo vasco», y en ese campo semántico de caserío cualquier etnógrafo reconocería las esencias más puras del ruralismo nacional. Pero cuando a continuación emprende un medido descenso al terreno de la sicalipsis y alude al forro de los cojones, el peneuvista delata una armonía profunda entre su militancia y su DNI. Al menos eso opinaba su paisano Unamuno cuando lamentaba el «cerebro cojonudo del español», órgano que nadie puede escatimarle a nuestro Andoni, el hombre del forro.

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1 octubre, 2019 · 11:19