Archivo mensual: noviembre 2017

Un elefante en el hemiciclo

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En los escaños vacíos se sienta el 155.

Sabemos que el compromiso en nuestro tiempo se expresa a través de lacitos. Los diputados indepes han elegido el amarillo porque el resto de la paleta ya está pillada, de modo que han de poner mucho cuidado al elegir por la mañana el lacito adecuado, no vaya a ser que pretendan exigir la libertad de los Jordis y acaben protestando contra el cáncer de mama. Si los androides sueñan con ovejas eléctricas, los cronistas ya soñamos con diputados cromáticos que no tengan que hablar, sino solo exhibir camisetas o blandir símbolos en cámaras perfectamente demudadas. Es cierto que ya no lo podremos llamar democracia parlamentaria, pero a cambio bajarán los niveles de contaminación acústica y alargaremos la vida de las sufridas taquígrafas, cuyo puesto ocuparán señaleros aeroportuarios. A los daltónicos se les negará el derecho al sufragio pasivo para prevenir el transfuguismo.

Ahora bien: ni siquiera entonces auguro sesiones pacíficas. El caso candente de la camiseta de Adidas demuestra que los españoles, a falta de palabras, somos muy capaces de discutir en colores. Nadie negará, por ejemplo, que al lazo de Rufián le conviene el amarillo chillón.

Hay un elefante blanco en el hemiciclo marcado como una res con el número 155. Sus señorías no evitan referirse a él, de hecho lo hacen continuamente, pero más bien habituadas a su imponente presencia, pues tampoco llegan noticias de que el polémico paquidermo haya entrado en Cataluña como en una cacharrería sino con un tacto felino. Tanto, que Albert Rivera no comprendía cómo una huelga sin seguimiento reseñable consiguió bloquear los accesos al área metropolitana de Barcelona por la sencilla razón de que el Gobierno interventor de Cataluña no quiere fabricar más ganadores de concursos de fotografía bélica de andar por casa como fabricó el 1 de octubre. Así que nuestro elefante es más retórico que verdaderamente agresivo. La pregunta iba dirigida a la vicepresidenta, pero tuvo que hacérsela a Montoro porque Soraya selecciona muy bien las batallas que libra: aquellas que puede ganar con comodidad, normalmente contra portavoces de Podemos. Ayer abusó de un Domènech presa de las contradicciones que el CIS delata, con las maletas ya hechas para unirse a Colau.

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8 noviembre, 2017 · 17:55

Ruth Beitia y la teoría del centímetro

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Ruth Beitia, atleta española.

Mi tío, que es golfista y propende al lenguaje sentencioso, ha desarrollado una teoría del centímetro cuyo alcance extiende a todos los ámbitos de la vida. Uno nace bien o mal por un centímetro. Uno accede o no a la carrera que desea por centímetros de nota de corte. Uno se enamora por centímetros de distancia, una se desenamora porque el centímetro importa. El éxito en determinadas fiestas depende de unos centímetros de cuenta corriente. Y podríamos seguir.

Mi tío ya pensaba así antes de que Woody Allen rodase la escena final de Match Point, cuyo mismo título avala la teoría del centímetro. «Un centímetro lo es todo», resume Ruth Beitia, que comparte desde luego este centimetrismo existencial. Por estirarse hasta superar el centímetro que marca la gloria o el fracaso, Beitia ha hecho cosas atroces a lo largo de 27 años de una carrera fundida en oro, plata y bronce. Se levanta dolorida cada mañana sin saber por qué, y es porque lleva 27 años ahormando su cuerpo a las exigencias de la alta competición. Solo que Beitia, a diferencia de los atletas cuya excelencia fue puramente mecánica, ha trabajado al mismo tiempo esa horma de la conciencia que se llama compromiso. Por eso se metió en política sin esperar a retirarse primero, arriesgándose a diezmar las adhesiones de la afición en un país ideológicamente binario, donde la fidelidad expresa a unas siglas granjea el odio automático de los abanderados opuestos. De ahí el ahínco que ponen los cobardes en separar la política del deporte.

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7 noviembre, 2017 · 10:19

La campaña Python

lifeofbrian

Próxima lista de Juntos por el Sí.

Hubo un tiempo en que los procesionarios ofrecían orgullosamente las muñecas a las cámaras. ¡Podéis encarcelarnos, no tenemos miedo! Y en grupo llevaban razón, porque individualmente sabían que su orgullo corría a cargo de la libertad y hacienda de sus representantes. De ahí las lágrimas vertidas en el parque de la Audiencia y los cafés sorbidos de incógnito en Bruselas. En un furgón no cabe la voluntad de un pueblo, pero hay espacio de sobra para varios consejeros.

Los patriotas, como los borrachos, siempre dicen la verdad, aunque luego no quieren responsabilizarse de lo dicho y de lo hecho. La patria es un alcohol que hay que consumir con moderación. Cuando la perdemos, empezamos a sentir que para nosotros no rigen las leyes, la de gravedad en primer lugar. Y a la gravedad le da igual que creamos en ella o no. El borracho se proclamará independiente de ella, pero ella nunca se independiza del borracho, y cuenta con maneras dolorosas de recordarle su tenaz soberanía.

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Vuelve El bueno (Lamela y Llarena), el feo (Santi Vila) y el malo (Dante Fachin) en La Linterna de Cope

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4 noviembre, 2017 · 11:07