
De esta legislatura titánica (violines de balance triunfal en cubierta mientras el peso de la corrupción parte el casco) solo nos interesa ya su final. ¿Cómo se irá del poder este niño en quien la responsabilidad no logró prender jamás para alumbrar al hombre? ¿Le acometerá una desconocido cierzo de decencia en la hora crucial? ¿Cederá el testigo como todos sus antecesores, reconociendo el alto honor de haber sido presidente y deseando aciertos a su democrático sucesor? Sería un hermoso giro narrativo, casi un happy end, que acaso permitiría a sus viudos mediáticos despedirlo con el verso de Petrarca: «Un bel morir tutta una vita onora«.













