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La falange de Kopa

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Kopa, capo de Europa.

A Kopa le faltaba una falange del dedo índice de la mano izquierda. Tuvieron que amputársela tras un accidente en la mina antes de hacerse futbolista, antes de conseguir para Francia el primer Balón de Oro, antes de fichar por el mejor equipo del siglo XX, a cuya gloria contribuyó durante tres años napoleónicos. En la vida hay que perder una parte a cambio de conseguirlo todo, y el Real Madrid replica con generosidad esa moraleja en los últimos tiempos. Sacrifica el control del juego, la paz cardiaca o la alineación de Cristiano y Bale a cambio de una goleada imprevista en un lugar tan traicionero como Eibar.

Porque nadie esperaba una goleada blanca en Eibar. El Madrid venía sometiendo a sus aficionados a la rutina del infarto y de la épica, y a los antimadridistas a la dulce expectativa del buen golpe de hoz que segase definitivamente la flor de Zidane, como si fuera el dedo de Kopa. Ya no recordábamos un partido dominado desde el principio por los de blanco, un partido Prozac, hipotenso y hegemónico, casi marianista. Al fin lo cuajó el Madrid sin la BBC ni su correlativo 4-3-3, lo cual invita a concluir con euforia de bar que Cristiano y Bale resultan superfluos. Los dos goles anotados por el tercer elemento de la BBC, el único alineado este sábado y paisano del ilustre finado, no son tanto un homenaje fúnebre como una reprimenda a los piperos que le han perdido la fe. Ipurua ha demostrado que el problema no es de nombres, sino quizá de sistema y de actitud.

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El bueno (Roig), el feo (Maíllo) y el malo (González Macho) en La Linterna de COPE

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5 marzo, 2017 · 11:48

Talismán Arcadi

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Road to Milano.

A Borges no le gustaba demasiado el fútbol porque en toda emoción colectiva veía algo indigno. Así empezó el párrafo de una columna en Clarín a propósito de la fiebre del 78: «En un certamen de fútbol, apodado el Mundial, las autoridades repartieron ropa a la gente, para que los turistas no advirtieran que hay pobres en Buenos Aires». Pobres, ricos, fútbol, columnas y emociones colectivas: no se me ocurrió menú más adecuado que servir a Arcadi Espada, catalán, madridista y nostálgico oficial de Benzema que, sin embargo, jamás había pisado el Bernabéu.

-Eso podemos arreglarlo -prometí.

Pudimos de un modo algo aparatoso: nos sentaron en la fila de Rafa Nadal, cuya paciencia con los selfies merecería puntuar para la ATP. El palco del Bernabéu es un ámbito legendario poblado por criaturas mitológicas que resfrían el IBEX con un estornudo, prenden los puros con billetes prohibidos y componen con la imaginación editoriales sobre acontecimientos que todavía no han provocado. La sala tiene algo de onírica, pues en pocos metros coexisten con naturalidad embajadores y deportistas, jequesas y constructores, Margallo y Cebrián, José Mercé y Cristina Cifuentes, Méndez de Vigo -no confundir con Jorge Mendes, que también estaba- e Isabel Tocino, Djokovic e incluso Florentino Pérez, que nos confirmó que Murray no había podido venir (Murray es del Barça). La media de edad es alta y la media cromática de pelo es cana. El sector glorias nacionales parece testimoniar con su presencia el señorío del club: de Luis del Olmo a Luis María Anson -siempre en forma: un ojo en el canapé, otro en la azafata-, de Lorenzo Sanz a Ronaldo Nazario, que parecía el único interesado en el partido: alternó lo justo y se fue derecho a su localidad. En el Buddah lo hacía al revés.

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6 mayo, 2016 · 10:26

El Madrid es una nación (para Benzema)

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Solo un futbolista.

Francia ha degenerado tanto desde los campos de Austerlitz que ha decidido apartar a Benzema de los campos de juego. Pero qué puede hacer el pobre Deschamps si su primer ministro, en plena campaña marcial, le hace la alineación en la radio. O más bien se la deshace con argumento moralizante. Cuanto más turbios son los negocios que la industria del fútbol oculta, más insistencia pone en publicitarse como sonrosada escuela de valores, y llegará pronto el día en que los entrenadores reciban el once cada domingo no de presidentes cesaristas sino de las oenegés más sensibilizadas y sensibilizadoras.

El clímax farisaico se producirá cuando cada jugador luzca un lacito diferente en la pechera, tras observar 45 minutos de silencio por todo el dolor del mundo, mientras en un despacho Villar negocia un mundial en Pyongyang. Aunque yo no veo a don Vicente dándose por enterado si don Mariano hubiera discutido el sentimiento español de Piqué en los micrófonos de la COPE. Podrá ser marqués, pero él no es una fábrica de independentistas. Ni de tiquitaca ya tampoco, la verdad.

El caso es que, dadas las circunstancias y sin que sirva de precedente, el Real Madrid será a partir de ahora la nación de Karim en tanto la otra enmienda su exceso. Y decimos sin que sirva de precedente porque el Madrid es un club reñido con nacionalismos y de vocación universal desde Bernabéu, el visionario que se atrevió a soñarlo a lo grande trascendiendo identidades urbanas, regionales, ideológicas. El de Chamartín nunca aspiró a ser más que un club, ni un ejército desarmado de su autonomía, sino a ser el mejor equipo de fútbol del planeta, nada más. No siendo objetivo modesto, en el XX se consiguió.

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13 diciembre, 2015 · 12:21

¡Viven!

James planeando.

James contra Newton.

Si en los telediarios se libra a diario una batalla territorial entre los sucesos, el deporte y el tiempo, el Madrid-Sevilla conjugó todos esos elementos en un partido crítico que desde el principio se planteó como una lucha por la supervivencia. Saltar al campo en calzones a cero grados condiciona decisivamente el juego: los delanteros corren más para entrar en calor, los defensas se quiebran con la delicadeza de un témpano y los centrocampistas, antes de meter la pierna, meditan inevitablemente si les tocará ponerse en la barrera. Todo eso sucedió mientras los jugadores iban cayendo lesionados, Casillas se aparecía y los lobos aullaban.

El Real Madrid recordó a tiempo que en ¡Viven! uno sobrevivía comiéndose a los compañeros crudos, pero antes había que encontrarlos y desenterrarlos. La tarea de buscar comida en el área les fue encomendada a expedicionarios como Marcelo, que botó la imprevisible asistencia del primero, y a zapadores como Benzema, que desmintió su sangre fría implicándose en Stalingrado al punto de lesionar a Beto, con el solidario objetivo de nivelar las bajas de Ramos y James: su gol en plancha pedía un patrocinio de Red Bull. Las carreras de Bale por la izquierda merecieron aplausos de desagravio; o quizá eran piperos sacudiéndose el frío.

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