
Existe cierta nobleza en la desesperación. Por eso nuestro personaje favorito de los Monty Python siempre fue el Caballero Negro, entrañable paladín medieval que pretende seguir peleando contra el adversario que acaba de segarle los brazos y las piernas, degradándole a pedazo hemorrágico de voluntad ciega. Ahora veremos a Pedro vendiendo su hemorragia de dos millones de votos como una victoria, por más que el PP lo aventaje en cuatro puntos y dos escaños. Es cierto que la gestión de expectativas en Génova se parece más a la cabalgata navideña de Willy Wonka que a un partido organizado en torno a cierta cordura estratégica y alguna coordinación narrativa.







