Arranca la campaña extremeña más quijotesca desde que Cortés salió de Medellín. Guardiola sueña con la absoluta, hazaña pareja a la de Juanma Moreno. Según Google el candidato de Vox se llama Óscar Fernández, pero su concienzudo anonimato no afecta a las altas expectativas del partido de Abascal, el verdadero candidato en todas las circunscripciones de España.
Se habla mucho de Ana Alcalde, Hanan para el mundo árabe y Barbie Gaza para el mundo libre, pero su personalidad no reviste el menor interés. Se trata del enésimo cerebro manufacturado por el delirio progresista contemporáneo: corto de lecturas, largo de sectarismo, kilométrico de postureo, meteórico de hipocresía. De todos los activistas de la Flotilla la única que ha despertado mi sincero interés antropológico es Reyes Rigo, la profesora de acupuntura de Mallorca retenida por las autoridades israelíes. La acusan de haber mordido a una funcionaria en la prisión de Ketziot durante un examen médico, aunque las informaciones que rodean el suceso maxilar son contradictorias. Según la versión gubernamental, Rigo habría practicado esta suerte de acupuntura dental con la trabajadora sanitaria mientras estaba siendo escoltada de vuelta a su celda. La enfermera del presidio sufrió heridas leves que en ningún caso han cursado con síntomas infecciosos o compatibles con la licantropía, la rabia o el tétanos. Según la versión del activismo flotillero, Reyes no tuvo más remedio que defenderse del trato vejatorio que habría recibido por parte de la consabida brutalidad de un régimen genocida.
Usted se ha levantado esta mañana y quizá no ha reparado enseguida en el genocidio. Ha sonado el despertador y su primer pensamiento no se ha dirigido a Gaza sino al examen del niño, a la reunión con el jefe, a la revisión de su mujer. Lleva tiempo con molestias, aunque ella nunca se queja. Y en cualquier caso los gazatíes están bastante peor. «¿Cómo puedo ser tan egoísta?», se ha preguntado nada más encender la radio y recordar que amanece otro día de hambre en la Franja. Allí el problema no es tener una cita médica: es no tenerla. Apenas quedan hospitales en pie. No hay gente desayunando a toda prisa para salir escopetado hacia el trabajo porque no hay nada que desayunar, ni hay otro trabajo que el de la pura supervivencia. Y usted pensando en sus pequeños problemas del primer mundo, en el lujo pequeñoburgués de un café con tostada y en la banal presentación que debe ultimar con el jefe. Con el que encima discutió el otro día por decir que a él Netanyahu no le ha hecho nada y que no le paga para que haga activismo.
La coherencia es una virtud de derechas. La izquierda ni siquiera la concibe como virtud. Begoña Gómez encabezaba marchas abolicionistas años después de llevar la contabilidad de las saunas de su padre, donde el producto estrella era la carne de efebo latinoamericano. David Sánchez Pérez-Castejón, la batuta más enhiesta del repertorio, residió en Moncloa mientras declaraba sede fiscal en unas ruinas de Elvas recién compradas a fin de pagar menos impuestos. Por lo que sea, el fiscal general Ortiz no quiso filtrar esta pillería tributaria para ganar la batalla del relato de la sanidad, la educación y la dependencia («¿De quién depende?»). Irene Montero se pone al frente de una manifa antisistema a pesar de levantarse 15.000 pavos brutos al mes con dietas, merced a su muy sistémica condición de eurodiputada. No alertada por semejante disonancia cognitiva, que en tímpanos morales menos embotados que los suyos rugiría como la turbina de un Boeing 737, doña Irene se hace acompañar a pie de pancarta por escoltas que le pagamos todos para encararse con policías que también pagamos todos: el sistema es ella pero el antisistema también. Otegi presume de la imagen de España en el mundo gracias a esta Vuelta (al pasado). Bardem se presenta en los Emmy para «denunciar el genocidio de Gaza», pero su performance de consolación por la magra cosecha de galardones habría ganado credibilidad si no recordáramos la vez en que reservó una planta de la clínica israelí Cedars-Sinai -uno de los hospitales privados más exclusivos de Los Ángeles- para que doña Penélope pudiera parir como Yahvé manda. Y Marlaska afirma impávido el carácter «pacífico» de la algarada que reventó la Vuelta mientras 22 de sus hombres se reponen de las heridas.
Es difícil decidir quién hace más daño a la causa palestina: la flotilla de Greta, los boicoteadores de la Vuelta Ciclista o una declaración institucional de Pedro Sánchez. Del mismo modo que nadie ha perjudicado tanto a la causa israelí como Benjamin Netanyahu. No hace falta comulgar con los protocolos de los sabios de Sión para abrir los ojos al sufrimiento planificado y sostenido que está infligiendo a la población gazatí un primer ministro enfermo de voluntad de poder: primero trató de maniatar a los jueces y ahora alimenta la guerra total para suspender indefinidamente la rendición de cuentas y ahogar la indignación civil bajo el estrépito marcial del nacionalismo. Pero tampoco hace falta ser un criptobro de gimnasio o un cayetano de montería para señalar el oportunismo de ciertos tartufos que no arriesgan otra cosa que el disfraz de su hipocresía mientras rentabilizan la pose de concernidos.
La frase la pronunció Deng Xiaoping en 1962 ante el comité central del Partido Comunista para justificar la apertura de China al capitalismo: «Gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones». A Felipe González, que venía de imponer la renuncia al marxismo en el PSOE, no le costó identificarse con un proverbio que sacrifica la pureza ideológica en el altar del pragmatismo. Tampoco se trata de un sacrificio precisamente inasumible para el actual secretario general del PSOE, que cuenta con la ventaja de carecer de ideología alguna a la que renunciar.
Cualquier sanchólogo habrá detectado ya la estructura bipartita de todas sus intervenciones. La parte de Venus y la parte de Marte. En la primera ensaya la lírica de masas aflautando el tono, poniéndole ojitos al teleprónter, aterciopelando la voz hasta rozar el susurro erótico, convencido de que así es como suena un líder con lecturas y conciencia, profundamente concernido por la grave situación. En realidad solo se ciñe al manual: nunca desprecies una buena crisis exógena, oportuno burladero de tus cuitas domésticas. Por eso mima la puesta en escena y encarga el discurso a su negro más civilizado. Y por eso en esta fase venusiana dice cosas a menudo razonables, que él mismo no entiende y que le exigen un esfuerzo actoral extraordinario, nunca convincente.
Ni Gandhi ni Churchill: eternamente Pedro. Después de semanas esquivando al Parlamento. Después de semanas cavilando maneras imposibles de conciliar a Ursula Von der Leyen con Yolanda Díaz. Después de semanas planificando con cuidado su minuciosa ausencia de plan, el presidente del Gobierno de la cuarta economía de Europa se plantó por fin en la sede de la soberanía, sedicente templo de la palabra. Y una vez allí, subió a la tribuna, saludó… y salió corriendo. Una vez más. El galgo de Paiporta no se resigna al final de su larguísima escapada.