
Y si son los malos sentimientos los que nos hacen humanos. Y si el perfeccionamiento moral e intelectual del hombre gracias a la revolución tecnológica en marcha -o gracias a un virus alienígena civilizador- disolviera la razón de ser de nuestra especie, que no es otra que la necesidad constante de superación, de mejoramiento, de crítica y autocrítica. Y si la paz solo puede construirse sobre el cementerio de nuestra propia humanidad. Y si el infierno, como sospechó Sartre, son efectivamente los otros, pero por el siniestro motivo de que todos los otros son iguales entre sí. Una única colectividad amenazante.






