
Si la nostalgia es la pasión de nuestro tiempo será porque nuestro tiempo ofrece menos futuro que pasado. Y si los políticos hoy ganan elecciones prometiendo recuperar lo perdido será porque así lo siente una mayoría de ciudadanos, sea cierto o no. Siempre se ha dicho que el control de los tiempos es la habilidad crucial que franquea el acceso al poder del político astuto; y siempre se ha dicho que las campañas electorales nunca deben versar sobre lo que ya se ha hecho sino sobre lo que se va a hacer. La manera poética de resolver la promesa contradictoria de otro ayer la formula Eliot en los versos inaugurales de su célebre cuarteto: «Tiempo presente y tiempo pasado / se hallan quizá presentes en el tiempo futuro / y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado«.







Eliot usa la traducción literal de los biblia utilizada por la ‘ortodoxa’ King James Bible: redeem the time, que algún sufrido escriturario español vertió como ‘aprovechad las ocasiones’; ‘kairós’ es la minúscula como si dijéramos del ‘jronós’, el tiempo en gran tenue que no parece haber sido lo que tuviera en mente San Pablo cuando exhortaba a sus efesios. Por supuesto las distorsiones de una traducción defectuosa son para quien las utiliza a sabiendas un encanto más. ‘Forward, travellers’
Eliot escogió como una de sus empresas la frase que el teólogo anglicano Lancelot Andrewes utilizaba en su sermón de Navidad para describir al infans que protagoniza su historia, que de hecho protagoniza la historia: word without word, logos según San Juan en el arranque de su evangelio. La usó primero en el poema Gerontion [Viejículo] que iba a usar como comienzo de the waste land hasta que Pound le disuadió. Poema sobre la Gran Guerra (‘¿qué perdón conocido lo conocido?’) que Trump haría bien en manejar de cuando en cuando.