Alfonso Ussía o el contagio de la alegría

Mi padre irrumpiendo en el salón con la carcajada todavía en la boca y en la mano derecha el ABC doblado por la página donde firmaban Mingote, Campmany y Alfonso Ussía: «¡Es genial, es genial!». Esta es la primera imagen que consta en mi memoria biográfica de lector de columnas, que es lo que uno ha sido más cabalmente la mayor parte de su vida. Consumir columnas con temprana fruición es la única manera de terminar escribiéndolas, pero por entonces yo ignoraba mi destino. Yo, como mi padre, me limitaba a leer y a reír. Y a esperar la próxima columna como una promesa cierta de que volvería a reír leyendo. Quizá el propósito más noble de este oficio no deba aspirar a nada más. Ni a nada menos.

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6 diciembre, 2025 · 9:42

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